Simon Leys 1935-2014

Tengo la pretensión vana, ilusoria, vulnerable de haber entrevisto el alma de un hombre, solo por haberme internado en un pequeño libro suyo.Más improbable: apenas había leído un primer ensayo, que no alcanza las tres páginas, cuando sentí ese aliento, esa inquietud que se nos escapa del cuerpo, esa indefinible alegría de sentir que un escritor te compete. Que, de repente, se ha sentado, de modo irreversible, en el lugar de lo próximo y lo entrañable.No quiero escribir la pala bra `descubrí’. Siento que lo que corresponde es advertir que Simon Leys, que acaba de partir, se me reveló cuando leí La felicidad de los pececillos. Cartas de las antípodas Edito rial El Acantilado. Podría hablar aquí de la mirada única de Leys, del desprendimiento con que leía los libros y el mundo.Podría recordar que fue un notable sinólogo, un buscador de piezas inolvidables. Pero creo que nada es mejor que compartir aquí esas líneas que son un elogio a la sutileza y al pensar con sosiego: ZhuangZi y el maestro de lógica Hui Zi se paseaban por el...

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