Testigos del pasado

Cae la tarde. En el Ayuntamiento de Colonia, Alemania, cinco damas de avanza da edad aguardan, en torno a una mesa, su turno para compartir los recuerdos de su infancia. En sus historias están presentes los temas habituales en la vida de todo niño: las bicicletas, las golosinas y la escuela, y otros menos gratos: a qué distancia estaba el refugio antibombas más cercano o qué hacían sus padres el 1° de septiembre de 1939 en la madrugada, cuando Adolf Hitler pronunció la frase: A las 5:45 de la mañana contraatacaremos. Una de ellas es Agnes. A los 83 años de edad, aún recuerda la expresión en el rostro de su padre esa mañana, cuando subió a su habitación y repitió lo que minutos antes había dicho Hitler en la radio. Su palidez era elocuente. Él había vivido la Primera Guerra Mundial, fue prisionero de los ingleses y sabía lo que significaba la guerra. Yo no lo sabía y como niña la encontraba un tanto divertido. Me gustaba en especial que debiéramos apagar todas las luces. Lo mismo le ocurría a mi hermano, que estaba en la edad en la que todos los varones querían ser soldados. Nací y crecí en Leverkusen, así que no sufrí tanto por las bombas. El peor recuerdo que conservo de esa época es el hambre. Me dejó tan marcada que hoy en día no puedo botar ningún tipo de alimento a la basura. En el mismo grupo está Ma rianne, de 85 años de edad. Su primer día de escuela fue en 1933, justo cuando comenzó el boicot a los negocios judíos. El 1° de abril de ese año llegué a casa y le dije a mi madre que no debía comprar en las tiendas de ellos. Afortunadamente, no me hizo caso, recuerda. Las primeras páginas de su biografía están marcadas por la propaganda nazi, la proliferación de actividades deportivas y las clases sobre las razas humanas, orientadas a probar la superioridad no sólo de los arios, sino de un fenotipo muy especial. En nuestros libros de Ciencias aparecían jóvenes extremadamente rubios, atléticos, con ojos tan azules que no parecían de verdad, añade Ethel, la mujer nacida en 1926 que se sienta a su lado. Tillman, 11 años menor que Marianne y Ethel, tuvo la guerra como telón de fondo de sus primeros pasos, literalmente. Su recuerdo más antiguo es la imagen de un sótano en el cual se hallaba sentada mientras sentía cómo la casa entera se le venía encima durante un bombardeo. Aprendió a contar con libros de Matemáticas que establecían problemas como cuántos tanques son necesarios para completar una división; las lecciones de inglés las recibió...

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