El 4-F, veinte años después

El 4 de febrero de 1992 hizo su aparición en la política venezolana el teniente coronel Hugo Chávez Frías. Habían pasado varias décadas sin intentos de golpe de Estado en Venezuela, un verdadero récord para un país que prácticamente no conoció otras formas de alternancia en el poder que los golpes o las llamadas revoluciones. La civilización de la política comenzó en 1936 con López Contreras, primer y único caso en la historia de un presidente que rebaja su propio periodo de siete a cinco años. El golpe fue un fracaso; no obstante, la figura del comandante Chávez se grabó en el imaginario popular como la de un redentor. El liderazgo político se encargó de convertir aquella derrota en victoria. El sistema democrático fue erosionado de manera incomprensible por sus propios protagonistas. Una revisión de ese proceso será inevitable. Como si invitásemos a dejar a un lado los tabúes y las efigies que a lo largo del tiempo se fueron consagrando como intocables, el momento de la revisión histórica llega de modo inevitable. La historia, aunque Fidel Castro no lo acepte, no suele perdonar ni absolver. Eso de la historia me absolverá es un cuento chino. Abundan las interpretacio nes del 4 de febrero de 1992. El principal de sus protagonistas alega que se trató de evitar otro golpe de Estado, pero de derecha. O sea, que el de izquierda era el bueno, y el otro, el malo. No parece cierta la versión de que se gestaba otro golpe. ¡Quién sabe! En todo caso, el presidente Carlos Andrés Pérez venía de Davos, Suiza, esa medianoche del 3 al 4, y apenas entró en La Casona recibió la novedad de que había estallado la conspiración. Fue sorprendido, naturalmente. Logró llegar a Miraflores minutos antes de que el palacio fuera atacado por los soldados de la República, convertidos en árbitros del destino nacional. El Presidente logró ponerse a salvo, fue a la televisión y llamó al pueblo a defender la democracia. El magnicidio estaba en la orden del día. Los alzados triunfaron en to do el país menos en la capital, donde, justamente, era el jefe de la rebelión quien estaba al mando. Al rendirse pronunció las palabras mágicas de por ahora. A partir de ese momento la espada de Damocles se balanceó sobre Venezuela. El debate de ese día en el Congreso pasó a la historia, pero no ha sido objeto del análisis necesario. A los hechos históricos no se les puede echar tierra. El presidente Pérez no creyó ninguna de las tantas advertencias que se le hicieron sobre la...

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