Venezuela: la calle es la única elección posible

Todo un siglo de lecciones prácticas de comunismo y seguimos prácticamente en las mismas. Como si fueran los tiempos de la sangrienta y populista Revolución de Octubre.Una especie de chiste macabro.Un repetido martillazo en el cerebro y las articulaciones que me niego a aceptar como eterno retorno, a pesar de Nietzsche y de Kundera. Y a pesar de los retornos, tan graves, de nuestra leve existencia.Pareciera sintomático. Y no solo continuamos resbalando cuesta abajo por los callejones que nos conducen a caer desparramados en sus trampas, que por demás son los timos de siempre, el mismo perro rabioso con diferente collar, sino que cuando nos damos cuenta de que estamos atrapados en la enredadera, tampoco acabamos de entender que la única opción certera es destruir la telaraña y exterminar el venenoso insecto.No escarmentamos. Siquie ra nadando en la boca de la muerte. Una y otra vez le regalamos a nuestros victimarios nuestras vidas y las vidas de nuestros hijos y de nuestros nietos, como alegres zombis proletarios. Aceptamos tontamente la derrota del diálogo fútil, terrible, más suicida que romántico, con nuestro verdugo, que ríe zorro y despiadado desde el trono. Y volvemos a caer con los ojos cerrados por el siguiente túnel, que por supuesto no lleva al paraíso. Todo lo contrario.Nos dejamos seducir, embau car, asesinar por cualquier baboso discurso de naturaleza neocomunista. Y da igual el nombre que le pongan, o que se pongan, y las democracias acepten, los medios difundan y hasta las academias respalden.Es lamentable aunque no inaudito, y ya vemos los porqués que aún existan tantas personas que se crean el cuento de que el llamado socialismo del siglo XXI no es el nuevo disfraz del viejo virus, confeccionado con la intención de prolongar su acabose por esta centuria, sino el sistema ideal no el calabozo para por fin poder salvar de la miseria y el olvido a los pobres de la Tierra.El comunismo no es solo la mayor de las falacias sino también la mayor amenaza para la democracia y el progreso a pesar de que a los progresistas, los progres, les seduzcan sus postulados teóricos, y no pocas de sus prácticas. Ironías de la vida.Es patético que sigamos cre yendo en estos designios macabros que en nombre de la igualdad nos condenan a las aguas turbias y turbulentas del igualitarismo, por demás pantanosas, malolientes. Y no hablo de uno o dos países. Que este fenómeno permanezca casi incólume no es algo que debe preocuparle únicamente a los...

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