La vía fácil

Incuestionable, el ejercicio literario ha convocado siempre a la disciplina constan te y al trabajo tesonero. Él y ella han hecho posible que la creación verbal, suma de habilidades de la palabra, oficio del decir el pensa miento gracias a la palabra y empeño del decirlo bien la palabra gracias al pensamiento, corrección y estilo actuando al unísono, se desarrolle en formas y modelos dirigidos por condiciones no aprendidas. Dotación personal para escribir eso que puede entenderse como talento o genio deviene siempre en punto de partida de todos los movimientos. Sin esta última, la constante disciplina y el tesón no son más que plana y rutinaria aplicación de métodos recetarios para encaminar con cierta dignidad eso sobre lo que quiere escribirse. Sin embargo, no basta el talento si a él no van unidos ese ejercicio que facilita destre zas y esa indoblegable voluntad de acción por hacer de la escritura asunto de arte. El logro, cuando se entiende el oficio como queda dicho, resulta tardío o póstumo, en ambos casos, formas del verdadero éxito. Es la vía difícil. Frente a ésta, es posible escoger la otra Âel atajoÂ, su contraparte ligera, el rostro bonito de destino pasajero. Es la vía fácil e interesa explicarla. Se trata de la actividad que presta más atención a la propaganda que a la obra, que trabaja en pos de un reconocimiento que llega pronto y mal, que se ufana por los vértigos de la edición comercial y que cree que la popularidad y la fama que contingentemente posee terminarán siendo gloria de eternos laureles. Asunto más de petulancia que de talento, el engreimiento por encima de la necesaria humildad que permite progresar, hace que sus actores se crean muy pronto el propio...

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