Víctor Valera: siempre será para siempre

Entre la vida de Víctor Valera y su obra hubo una asombrosa relación isomórfica. Él fue, a la vez, un hombre transparente y directo, irónico y generoso, recio y sutil, vertical y delicado, contundente y caballeroso, reflexivo y emocional. En fin, lo apolíneo y lo dionisíaco se conjugaban en la esencia misma de su conducta y de su creación. Lo admirable es que esas características, de manera constante, fueron transferidas a sus esculturas y pinturas. Por eso ellas convertirán sus estatutos abstractos en una extraña palpitación orgánica que recordaban que su autor era insobornable y que, por lo tanto, ellas no podían dejar de ser insoslayables. Esa consustanciación con el trabajo creativo lo prolongó hasta el final de su vida misma. Tanto así que prefiguró el legado de su última muestra en sus detalles más exhaustivos. Casi sesenta obras reposan hoy en su taller con el destino de compartir con sus admiradores el resultado de su búsqueda más postrera. Lo que quizás no advirtió fue que, en lugar de ser la última -como lo habíamos anotado-, esta exhibición será la primera de muchas otras que se prolongarán mucho más allá de su presencia física. Pero también hay otro rasgo que hace singular al conjunto de piezas que deja. Nos referimos a que estos cuadros se condensan, con ascendente logro, en la escala de su reafirmación como creador y de su madurez como artista. Si algo se advierte es el atrevimiento de quien dominó un lenguaje constructivo y de quien, además, se atrevió a combinar códigos armónicos que trascienden la previa existencia del alfabeto geométrico, así como la frialdad del abstraccionismo octogonal. No se inhibió en el más mínimo grado para liberar la impronta de fantasías cromáticas que alcanzan un superlativo grado de autosuficiencia y unas lúdicas composiciones que revelan el espíritu rejuvenecido hasta donde más no se podía. Es posible que se adviertan muchas derivaciones de sus registros pretéritos, también es posible que se identifiquen relecturas de antecedentes remotos, así como reafirmaciones de hallazgos más asociados con sus obras recientes. Pero más allá de cualquier interpretación ortodoxa, sesgada o rebuscada, se imponen las presencias de unas pinturas que agigantan la claridad luminosa del trópico, que reactivan la fortaleza de un impacto persuasivo, y que, sobre todo, promueven la expansión de ondas afectivas que se apoderan de los contextos de cada realización. El sol de su Maracaibo, así como la sensibilidad...

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