Vivamos la Navidad

No existe una tradi-ción tan universal y que relacione tanto a los seres humanos como la Navidad. Nadie escapa a su encanto y poder de seducción. Cada diciembre, sus festividades nos atrapan en medio de una madeja de sentimientos: alegrías, tristezas, recuerdos, nostalgias...Es la época más bella, exci tante y disfrutable del año, pero... ¿cómo la Navidad ha logrado mantener su atractivo durante milenios? ¿Por qué el solo hecho de su cercanía provoca pasiones y emociones sin límites? Algunos atribuyen esa ma gia a su proximidad con los jolgorios por el fin de un año y la llegada de otro nuevo. Eso tiene mucho que ver, es cierto, pero me inclino más por la idea de su seducción espiritual. La espiritualidad que emana de la Navidad, es su hechizo primario y verdadero.La tradición navideña tiene raíces religiosas cristianas y, aunque hoy día su celebración se convierte, por lo general, en una apoteosis mundana, siempre aflora la vehemencia espiritual que la distingue. Todos, de una u otra manera, somos fregados por ella, sin impor tar la explicación filosófica con que sustentemos la creación de la naturaleza.Expresé en una columna an terior que la espiritualidad del ser humano está por encima de credos y filosofías. ¡La Navidad también! ¡Se lo ha ganado! Por esa razón mantiene su atractivo milenario y deviene el caudal de pasiones y emociones. De ahí su vitalidad y grandeza eternas.Más que los bailes, las ce nas y los placeres sensoriales, lo que de verdad saboreamos...

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