Volverse loco

No deja de ser curioso que el oficialismo encuentre más intentos de magnicidio que empresas fantasmas. Las denuncias oficiales sobre insurrecciones y posibles ataques homicidas han terminado por crear esta rara paradoja del golpe de Estado continuado donde, supuestamente, cada día pasa una hecatombe y también no pasa nada. Todo es al mismo tiempo excepcional y normal. El presidente, aun sabiendo que el terrorismo universal intenta derrocarlo y asesinarlo, duerme cada noche como un bebé. Baila y se ríe. Monta bicicleta. No habla de la crisis sino del cambio climático. Pero, de pronto, entra en trance y se pone en modo conspiración. Comienza su segmento de amenazas. Todos los ciudadanos pasamos a ser, entonces, unos golpistas en potencia. El gobierno cree que el país es un videojuego.Desde marzo del año pasa do hasta ahora, según registra un excelente trabajo firmado por Airam Fernández en Úl timas Noticias, el oficialismo ha denunciado por lo menos diez intentos de magnicidio.Los culpables son muchos: desde Henrique Capriles hasta Álvaro Uribe, pasando por el octagenario Posada Carriles y por gente tan precisa como la oposición o sectores de la derecha. Pero, en rigor, aparte de dos colombianos detenidos, que de manera peculiar ingresaron al país con una fotografía de Maduro bajo el brazo, no ha habido ninguna otra consecuencia. Son historias sin final.Son demasiadas repeticiones sin desenlace. Han convertido la conspiración en un espectáculo aburrido.Esta semana decidieron que Jorge Rodríguez hiciera la puesta en escena. Rodríguez en plan de psiquiatra, realizando diagnósticos clínicos a partir de la lectura de correos electrónicos. Pero, nuevamente, todo terminó pareciendo virtual. Lo fáctico siempre es una promesa. No hay datos precisos sobre los supuestos militares implicados en la supuesta operación.Sigue sin aclararse la participación de los funcionarios del Sebin el día 12 de febrero. Las acusaciones se sostienen con supuestas opiniones escritas en supuestos emails o a partir de expresiones de alguna gente absolutamente intrascendente y sin ninguna representación política en el país. Es, además, demasiado obvia la...

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