A los 12 años aprendí a matar

Lucía Pérez Carvallo tiene 20 años de edad, dos hijos y una condena de 35 años. Confiesa que mató a más de 10 personas, que el matrimonio ha tocado su puerta dos veces sin éxito.A lo largo y ancho de su espalda luce seis tatuajes, que representan las grandes hazañas que lideró junto a la Mara Salvatrucha en El Salvador, una de las cuatro pandillas más peligrosas del mundo según la Oficina de Seguridad de Estados Unidos.Desde hace dos años es una de las 93 reclusas que viven en la cárcel de Ilopango, en un espacio que hace dos décadas fue diseñado como establo para caballos de una hacienda cercana. El gobierno asume que sólo hay 23 camas, pero allí duermen 120 personas entre mujeres y sus hijos.Lucia camina con pausa.Es delgada y tiene rostro de adolescente. Ahora no bebe alcohol, ni fuma drogas. Es evangélica. Fue detenida hace dos años, y la condena no tardó en oficializarse, aunque presume que no tardarán en imputarle otros delitos pendientes durante su fugaz pero intensa vida como pandillera.-¿Qué te hizo comenzar tu vida como Mara? Con 11 años, vivía con mi mamá y su marido. Este hombre bebía mucho y era violento.Mi mamá estaba todo el día fuera, yo me quedaba en la casa con este hombre que me hacía mucho daño, casi nunca había qué comer, y un día comencé a quedarme más tiempo por la calle al salir de la escuela. Deambulaba por mi barrio, hasta que veía bajar a mi mamá del autobús, y a partir de allí sí que quería regresar a casa a comer algo y dormir ¿En la calle conociste a miembros de la Mara Salvatrucha? Sí. Comencé a tener amigos sin saber exactamente qué era ese grupo. Ahora lo pienso, y todos los niños de mi barrio fuimos reclutados por los líderes de la Salvatrucha.¿Cómo te invitaron? Tenía dos amigas a quien le contaba todo lo que me hacía mi padrastro. Y un día me presentaron a un chico que me dijo que no era justo lo que yo estaba viviendo, que ellos me protegerían, que ellos trabajaban para que niñas como yo no vivieran más pesadillas. Y poco a poco fueron ganándose mi total confianza, por primera vez sentí que alguien se preocupaba por mí, que le importaba si yo lloraba o sufría.La Mara Salvatrucha tiene métodos violentos que denominan bautizos. ¿Cómo ocurrió en tu caso? Tenía 12 años. Llegó un chico mayor que yo y me entregó un celular, me dijo que el jefe quería hablar conmigo. En cuanto contesté, me explicó que ya era hora de ser parte de la Salvatrucha, que eso era un honor, así que en dos días tenía que ir a un local...

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