Adoquines

Aquello de la playa bajo los adoquines fue uno de los más repetidos graffitis del Mayo del 68. Se suponía que levantarlos, los adoquines, y lanzarlos a los CRS bastaría para aflojar el corsé de la sociedad burguesa y que se mostrara la libérrima naturaleza. Una utopía, claro, aunque más rousseaniana que leninista, es decir más pueril y mucho menos cruenta. Todos sabemos lo que dieron de sí aquellos ardores juveniles. Por lo pronto, sus protagonistas descubrieron estas dos cosas: uno, que la libertad la da el dinero, y dos, que como nada menos incompatible hay que una abultada billetera y las poses progresistas, es lícito prosperar en el atroz capitalismo y seguir disertando sobre las bondades del socialismo, de cualquier color y pelaje, en las gratas sobremesas del restaurante más fashion del momento. O en las exequias del tiranuelo de turno, a condición, eso sí, que sea de izquierdas, de los nuestros.¿Por qué no? Después de todo, si el socialdemócrata Franklin Roosevelt tuvo en Tacho Somoza a su hijo de puta, ¿por qué no van estos otros a poder tener al suyo? Ionesco ya lo vio venir cuando, al pasar delante de su casa una de aquellas joviales turbamultas del mayo francés, se asomó a la ventana y les gritó: ¿Pero adónde vais, insensatos? ¡Si mañana todos seréis notarios!.Traigo a colación estos lugares comunes porque me asombra el asombro de los que se asombran con la supuestamente asombrosa participación de tirios y troyanos en las exequias de Hugo Chávez, así como con la no menos asombrosa e indignante, añaden cobertura de dichas honras fúnebres por los medios internacionales.Lo peor que puede decirse de los opositores...

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