Anatomía de la esperanza

Y seguimos con el tema. Porque, al parecer, hay algunos empeñados en que pensemos que la oposición, más que perder las elecciones, está perdida, extraviada, sin rumbo y sin destino. Al poder le conviene contagiar ese clima de zozobra entre sus adversarios. Es parte de la mentalidad de guerra que alimenta el pensamiento oficialista. Promueven un nuevo espacio simbólico, donde el 7 de octubre no es un día en la historia sino el final de la historia. No hay nada qué hacer. Apaguen la luz y váyanse. Como si perder unas elecciones fuera, en algún sentido, perder un pedazo de la ciudadanía, perder el derecho de existir y de pronunciarnos. Creo que el peor error que puede cometer la oposición es renunciar a su propia identidad, a su protagonismo fundamental dentro de la sociedad venezolana actual. La esperanza, en realidad, nunca es lo último que se pierde. A veces, se gasta muy temprano, se despilfarra, se entrega con enorme facilidad. Pero la vida suele ser mucho más cruda. Lo último que se pierde es el orgullo. O el hambre. O los huesos. La esperanza, por suerte para todos, es uno de nuestros recursos renovables. Escribo esto pensando en los resultados del 7 de octubre, a largo plazo y en perspectiva. En la elección presidencial anterior, Hugo Chávez logró superar a Manuel Rosales por 26 puntos. Este año, la diferencia fue de 11 puntos. Hay 15 puntos a favor, conquistados, ganados para la disidencia. 15 puntos que tienen nombres y apellidos, código postal, que son Carmen o Wilmer, Rubén o Yamileth, que son angustia, alegría, movimiento. Es un crecimiento enorme, sobre todo si tomamos en cuenta el ventajismo grosero que tuvo el candidato del gobierno. Quien crea que esto es un consuelo o una gimnasia de la resignación, todavía no sabe en qué país vive, todavía no entiende la complejidad de este proceso. Ningún cambio en Venezuela será instantáneo. Esta historia es larga y difícil. Visto así, las elecciones del 16 de diciembre son una oportunidad. La experiencia dicta que el sistema personalista, que financia y promueve la lealtad y la devoción hacia el Presidente, va en desmedro de sus colaboradores. Ni en sus mejores momentos, Diosdado o Aristóbulo han logrado victorias electorales. Lo tuvieron todo y fueron derrotados. Los segundones de Chávez han sido, casi siempre, perdedores crónicos. Vienen impuestos desde...

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