El antimilitarismo llegó a los altares

Lo militar tiene que ver fundamentalmente con la defensa de la soberanía y la integridad territorial de un país. Esta es una función no solo importante para cualquier nación, sino merecedora de toda consideración y respeto. El militarismo, que suena parecido pero no lo es, constituye por el contrario una auténtica perversión social, generadora de repulsión y condena por sus efectos catastróficos sobre cualquier sociedad.El militarismo es un fenóme no frecuente en países del Tercer Mundo, y es uno de los síntomas típicos del subdesarrollo político de una sociedad. Y esto es así porque en las sociedades modernas, a diferencia de los países más primitivos, nadie discute que las fuerzas militares tienen que estar sometidas al poder civil.El militarismo tiene dos face tas principales: por un lado, se entiende como la intrusión indebida y abusiva de las fuerzas armadas, o de sus miembros, en la conducción del Estado.Un país preso del militarismo es uno donde la población es convencida de que lo militar es la esencia misma del Estado, que la fuerza armada tiene el derecho de tutelar el mundo civil, y por ende entrega a los militares el poder de decidir sobre el destino de los demás. En una palabra, es una corrupción del modo militar de actuar en una sociedad.La segunda faceta es igual mente perversa, porque supone la imposición a la sociedad de los códigos, lenguaje y formas de comportamiento castrenses, donde estos resultan no solo extraños sino inaplicables. En los cuarteles, la vida está signada por necesarias relaciones jerárquicas de obediencia y mando. Fuera de ellos, en el mundo civil, la convivencia social está caracterizada y no puede ser de otra manera por la discrepancia de opiniones y por la heterogeneidad de criterios entre personas iguales. Imponerle entonces los códigos y maneras de actuar y pensar castrenses a esta complejidad social es tan contranatura que solo puede hacerse a través de la represión de unos y la sumisión de otros.En América Latina, el mi litarismo se ha expresado en gobiernos de distinto signo ideológico: Trujillo, Batista, Stroessner, Pérez Jiménez, Somoza, Perón, Duvalier, Velasco, Rojas, Torrijos, Castro...

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