Lo antipolítico como prepolítico

En el campo de la filosofía en sentido estricto, se dice de todo materialismo que se declara abiertamente antiespiritualista y de todo espiritualismo que se declara abiertamente antimaterialista que se trata de posiciones recíprocamente aisladas, posiciones abstractas, recíprocamente gratas a los prejuicios propios del sentido común. Posiciones, en fin, provenientes de la cultura dieciochesca, anteriores a la síntesis a priori magistralmente enunciada por Kant en la Crítica de la razón pu ra, la síntesis o unidad dife renciada de sujeto y objeto, su negación determinada, como la denominara Hegel. En una palabra, a estos puntos de vista, se les llama prekantianos. Cada extremo apunta Marx es su otro extremo. El espiritualismo abstracto es materialismo abstracto; el materialismo abstracto es espiritualismo abstracto de la materia. La lógica del maniqueísmo es de cuidado, y conviene prestarle adecuada atención, si se quiere comprender más que entender el presente estado de cosas. Lo anti, siempre, es sospechoso: nadie más religioso que un ateo; nadie más anticomunista que un ex comunista; nadie más inmoral que un moralista tout court.De ahí que, y extendiendo los límites del ámbito de la ontología del ser social a los del pensamiento político si es que los hay, se pueda afirmar que toda posición antipolítica, sea esta de derechas o de izquierdas, liberal o socialista, progresista o reaccionaria, es, en realidad, una posición prepolítica.La antipolítica es, de hecho, una contraposición. Pero toda posición en-contra es, siempre, una posición que, para poder ser, necesita nutrirse continuamente de la otra posición que enfrenta con tanta vehemencia. Su fortaleza no depende de sí misma: depende de su término o-puesto. Como el materialismo o el espiritualismo, como el empirismo positivista o la teología filosofante postmoderna, ambos recíprocamente antagónicos, recíprocamente abstractos cuyos respectivos postulados se autorrepresentan como la única verdad, del mismo modo, la antipolítica se autoconcibe como la defi nitiva resolución de la polí tica, la expresión más acabada, más noble, más honesta, más pura, de la res publica, o sea, del dominio de la vida de lo público. Diría Maquiavelo que, en el fondo, los representantes de la llamada antipolítica no son más que reediciones contemporáneas de los Savonarola de su tiempo.Y no se puede establecer con propiedad cuál de los extremos resultó ser más pericolo so: si Savonarola o Lorenzo de Medici, el...

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