Apoyo parental y conducta violenta en estudiantes universitarios.
Author | Ordoñez, José |
Parental support and violent behavior among university students.
Soutien parental et comportement détourné chez des étudiants universitaires.
Apoio parental e conduta violenta em estudantes universitários.
Introducción.
La prevención de la violencia es una prioridad de creciente interés en el campo de la salud pública. Aunque tradicionalmente, la investigación sobre la violencia ha sido desarrollada por expertos procedentes de áreas tales como la sociología, criminología y psicología; este tópico ha despertado el interés de los especialistas en salud pública debidos a los altos costos médicos, psicológicos y sociales que origina en la sociedad. (McAlister y Vélez, 1999) Desde un punto de vista esencial, la salud pública se define como la ciencia que se encarga de prevenir la enfermedad, prolongar la vida y promover la salud mediante esfuerzos comunitarios organizados (Teutsch y Churchill, 2000).
No obstante, al abordar el estudio de la violencia, la salud pública como disciplina enfrenta la transformación de su propio paradigma científico en un modelo que va más allá de la determinación de la enfermedad y sus factores de riesgo. Según Pellegrini (1999) este nuevo paradigma considera cuatro elementos: a) Transdisciplinariedad, la cual se refiere a la capacidad de construir puentes y vínculos entre campos disciplinarios distintos; b) Complejidad, entendida como el desafió de lograr un conocimiento efectivo de totalidades complejas sin recurrir a simplificaciones reduccionistas; c) Pluralidad, la cual representa una actitud de apertura que rechaza las aproximaciones controladoras y, finalmente, d) Praxis, es decir, la necesidad de que los hallazgos de la ciencia cristalicen en la práctica.
Basada en esta perspectiva, la salud pública estudia la violencia considerando los factores sociales, culturales y ambientales relacionados con ella. Entre los factores sociales y culturales que promueven la violencia juvenil se encuentran la calidad de las relaciones familiares, las actitudes hacia la violencia interpersonal como forma de resolver conflictos, la presencia de fantasías agresivas, la aceptación de la violencia en la pareja, así como los estereotipos de masculinidad y dominación agresiva.
De esta manera, todo acto violento está determinado por la interacción ocurrida entre los factores socio-culturales y los factores ambientales. Entre los factores ambientales se encuentran principalmente la disponibilidad de armas, el acelerado proceso de urbanización, el incremento de la pobreza y la desigualdad social y la exposición a la violencia en todos sus niveles. La mayoría de los factores ambientales pueden ser controlados mediante políticas públicas llevadas a cabo por las agencias gubernamentales. Sin embargo, son las actitudes, creencias y normas de los miembros de un grupo social lo que determina como interpretar su realidad y responder agresivamente a situaciones que pueden precipitar a la violencia (McAlister y Vélez, 1999).
En este estudio se intenta explicar la influencia del apoyo parental sobre la conducta violenta enjóvenes universitarios vinculando las perspectivas de la salud pública y la criminología para aportar nuevos lineamientos en la prevención de la violencia en el entorno universitario. Al mismo tiempo, se considera el impacto del consumo de alcohol y drogas, el maltrato físico y emocional percibido, las condiciones del núcleo familiar como factores socio-culturales y ambientales que condicionan la expresión del comportamiento violento.
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La conducta violenta en jóvenes: Perspectiva de la salud pública.
Considerando la importancia de los factores sociales y ambientales en la determinación de las manifestaciones de violencia en la sociedad; la epidemiología, como rama de la salud pública, hajugado un factor importante en el estudio y la prevención de este fenómeno social. Como consecuencia, el análisis sobre la relación existente entre la enfermedad y los patrones del comportamiento de riesgo en salud ha dado origen al nacimiento de nuevos campos dentro de la epidemiología, tales como la epidemiología conductual y la epidemiología psicosocial (Friis y Sellers, 1999).
En este sentido, la epidemiología conductual se refiere al estudio de los patrones de comportamiento que conducen al desarrollo de la enfermedad. Por otra parte y desde un punto de vista más amplio, la epidemiología psicosocial involucra además el análisis de factores sociales como el estatus socioeconómico, género o lugar de procedencia en la exploración del estado de salud de determinado grupo social (Friis y Sellers, 1999).
De esta forma, las variables estudiadas por la epidemiología psicosocial tienen relevancia en la investigación sobre los efectos de las conductas relacionadas con la violencia y la salud mental. Basados en el enfoque de la epidemiología psicosocial, las agencias de salud pública han desarrollado sistemas de vigilancia epidemiológica para estudiar con precisión el impacto de la violencia en la sociedad en términos de costos económicos y de pérdidas de vidas humanas. Asimismo, los sistemas de vigilancia epidemiológica determinan el patrón de comportamientos de riesgo de cometer actos violentos en un entorno social específico. Igualmente, la vigilancia epidemiológica intenta fortalecer la función de control y prevención de la salud pública sobre los problemas de salud de una comunidad. Así, estos sistemas de vigilancia constituyen esfuerzos organizado de las autoridades de salud por recolectar, analizar y distribuir datos de salud para tomar medidas en todos los niveles de prevención. Al mismo tiempo, los datos obtenidos por estos sistemas de vigilancia permiten diseñar políticas para controlar y prevenir la aparición de un determinado problema de salud (Greenberg, Daniels, Flanders y otros, 1996; Teustch, y Churchil, 2000).
De acuerdo a Concha-Eastman y Guerrero (1999), las políticas de prevención de la violencia deben fundamentarse en información, seguimiento, investigación y análisis, con el propósito de que las intervenciones que se ejecuten tengan mejores posibilidades de éxito y puedan ser evaluadas adecuadamente. En tal sentido, la vigilancia epidemiológica ofrece sistemas de información cuya sencillez y flexibilidad permiten monitorear la tendencia del comportamiento violento y sus efectos sobre una comunidad determinada. No obstante, existen considerables limitaciones en la recolección de datos relacionados con el fenómeno de la violencia en América Latina lo cual señala la prioridad de mejorar los sistemas de información en la región (Concha-Eastman y Guerrero, 1999; Krug, y otros, eds., 2002; Miller, Jennings, Alvarez-Rivera y otros 2008).
Considerando a la violencia como un problema de salud pública global, los epidemiólogos y los científicos sociales han investigado sobre las tendencias y diferencias internacionales que origina la violencia a nivel mundial. De esta forma, para estudiar el impacto de la violencia sobre la población de adolescentes y jóvenes, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) definen adolescencia como el periodo comprendido entre 10 y 19 años y juventud como la etapa evolutiva localizada entre los 15 y 24 años de edad (Weaver y Maddaleno, 1999; Miller, Levy, Spicer y otros 2006).
De acuerdo al "Reporte Mundial sobre Violencia y Salud" (Krug, y otros, eds., 2002), Latinoamérica registró en la década de los noventa las tasas mas altas de muerte entre adolescentes y jóvenes de 10 a 29 años. Entre los países latinoamericanos con mayor índice de homicidiojuvenil se encuentran: Colombia (84 por 100.000 hab.), El Salvador (50 por 100.000 hab.), Puerto Rico (42 por 100.000 hab.), Brasil (33 por 100.000 hab.) y Venezuela (25 por 100.000 hab.). Igualmente, Venezuela presentó un alto índice de lesiones relacionadas con conducta violenta durante este período.
Otro aspecto importante señalado en este reporte es el relacionado con las conductas de riesgo para la violencia juvenil. Las conductas de riesgo más comunes fueron: participación en peleas, amenaza e intimidación a otros y porte de armas. Estas conductas son registradas por los sistemas de vigilancia epidemiológica de los países desarrollados. Sin embargo, en los países en desarrollo existe una pobre información sobre este tipo de conductas de riesgo (Krug, y otros, eds., 2002; Miller, Jennings, Alvarez-Rivera y otros 2008).
En Estados Unidos, el sistema nacional de vigilancia epidemiológica determinó que el 18 % de los jóvenes habían portado armas y el 41.7 % había ingerido alcohol en los 30 días previos a la encuesta (Grunbaum, Kann, Kinchen, Williams y otros, 2002; Krug, y otros, eds., 2002; French y Maclean, 2006; Centers for Disease Control and Prevention, 2008) Asimismo, un estudio realizado en población universitaria estadounidense estableció una alta relación entre conductas de riesgo para la violencia, consumo de alcohol y conductas de riesgo sexual (Moskal, Dziuban, y West, 1996; Miller, Levy, Spicer y otros 2006).
Del mismo modo, un estudio realizado sobre conductas de riesgo en estudiantes de secundaria en Republica Dominicana determinó que el 11.5 % de los jóvenes había portado armas en el último mes, un 30.1 % había participado en peleas y el 3.5 % requirió atención médica después de la pelea. Por otra parte, un 23.5 % de estos estudiantes ingirió al menos cinco tragos de alcohol en un par de horas durante el mes previo a la encuesta (Westhoff y otros, 1996).
Por otro lado, los episodios de violencia juvenil en muchas ocasiones están asociados con el problema del maltrato e intentos de suicidio. En este caso, se habla de maltrato cuando un acto de fuerza produce un daño físico o emocional sobre el desarrollo del individuo (Concha-Eastman y Guerrero, 1999) Un estudio de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) que incluyo 20 países del continente americano demostró que entre 20 % y 75 % de las mujeres encuestadas habían sufrido actos de violencia...
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