Autobiografía del hambre

  1. La primera vez que conocí de cerca el hambre colectiva fue en La Habana. Corría el llamado período especial. El bloque soviético, al igual que el Muro de Berlín, se había derrumbado. El embargo de Estados Unidos arreciaba.Así que, sin combustible y sin la mesada que el Imperio comunista le asignaba para sobrevivir, al gobierno cubano no le quedó otra que ajustarse el cinturón de manera dramática.Muchas cosas me impactaron en aquella visita. Los millares de personas que viajaban colgando como racimos de plátanos en puertas y ventanas del transporte.La evidente multiplicación de la prostitución a cambio de productos, alimentos y bebidas que solo los turistas podían comprar en las tiendas diplomáticas. La delgadez casi famélica de amigos a quienes, luego de un año, cuando íbamos al Festival de Cine, volvíamos a encontrar con cinco o diez kilos menos.Pero lo que más me impactaba era un cierto rictus en el labio superior, una especie de encogimiento producto de la desnutrición, que dejaba la boca permanentemente semiabierta y afectaba a la mayoría por igual. El sello facial del hambre comunista.Y, sin embargo, no vi nunca a nadie, en la calle, comien do directamente de las bolsas de basura. Ni siquiera recuerdo haber visto en dónde se depositaba la basura.II. En cambio, ahora que el hambre colectiva está tocando a nuestras puertas. Que se ha convertido en parte del paisaje urbano de las ciudades venezolanas. Lo que más dolor y tristeza, desasosiego e impotencia, desesperanza y pesar me genera es ver todos los días, primero frente a mi casa, luego en la breve ruta que tomo hacía la oficina, la cantidad de personas, agachadas unas, en cuclillas algunas, incluso sentadas como si se tratara de un picnic algunas, sacando desechos orgánicos de las bolsas de basuras y llevándolas a la boca con cierta desesperación.Es una escena muy agresiva para cualquiera que no haya perdido la sensibilidad y los mínimos sentimientos de piedad y solidaridad con nuestros congéneres.Aparte de los emocionales, de su aporte a la deses peranza que corroe al país democrático como una epidemia voraz, los efectos de este nuevo ritual son diversos. Primero, obviamente, para los comensales.El impacto moral: el hambre pulveriza la dignidad.Segundo, para su salud. Algún...

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