Entre Candelaria y Bellas Artes

Plaza Candelaria, jueves, 9:30 pm. Es gratificante ver gente volcada en el disfrute de la plaza, alentando el derecho, o la esperanza, a una ciudad con mejor vida nocturna. No son noctámbulos militantes, sino gente normal, vecinos que parecen tener una fuerte identidad con su espacio y se reúnen allí a leer, jugar o hacer ejercicios, a pesar de que la plaza está un tanto maltrecha, sucia y con escasa iluminación en varios de sus múltiples rincones, lo que da cuenta de la avidez de la gente de áreas públicas para el encuentro, incluso en circunstancias y horarios que la mayoría consideraría inadecuados. Ya fuera de la plaza, y a pe sar de los varios locales abiertos, son pocas las personas que deambulan por las calles en aquella vieja práctica de andar de tasca en tasca que alguna vez hizo famosa a la zona. A pesar de esta merma, el espíritu de la vida callejera de la Candelaria, vinculada al trago y la tertulia, sigue ahí, resistiéndose a la muerte que muchos decretan. Las cosas han cambiado, ahora lo que se encuentra son algunos grupos que montan su tertulia particular alrededor de un carro o una esquina. Pero esa interesante trama de pequeñas calles llena de posibilidades y arraigo se descuida y se niega para la noche. El mejor ejemplo de ello lo constituye el paseo Anauco, que sin ningún tipo de iluminación es un espacio desperdiciado, y lo que pudiera constituir un amplio bulevar que potenciara la actividad nocturna de la zona con una oferta diferente cafés, terrazas, librerías, se transforma en una amenaza en la percepción de la gente. El Sambil aún lo seguimos llamando así, a pesar de que ya no lo es ni lo será. ¿En qué convertirán finalmente...

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