La Caracas que no conozco

Más allá de la realidad "este-oeste" con la que convivimos día a día, y que ha causado una división invisible de la ciudad en dos pedazos aparentemente difíciles de engranar, hay una realidad inocultable: la ciudad nos apabulla. Su caos, su tráfico y su hostilidad con los transeúntes son quizás los vínculos menos amables que unen a una capital segregada. Sin embargo, Caracas puede desplegar ante nosotros su maravillosa habilidad para sorprendernos gratamente si nos tomamos el tiempo de descubrirla con mucha paciencia y pocos prejuicios. La ciudad aún posee tesoros urbanos dignos de conocer, apreciar y preservar. Y recorrerla con cuatro caraqueños jóvenes, y ver sus rostros de asombro sobre aquello que les parecía imposible de encontrar fuera de sus áreas conocidas, es un acontecimiento que dice mucho sobre el interés que existe por re-conocernos como parte de la totalidad de la ciudad. Por eso, tal vez recobrar nuestra memoria urbana pueda ser el humilde comienzo de las ciudades que todos merecemos. (intertítulo) Petare inédito María Fernanda, Jonás, Amanda y Oriana llegaron con retraso a la cita. Una cola en la Guarenas-Guatire y un sistema de Metro que no funcionó tan rápido ese viernes fueron algunos de los inconvenientes que se presentaron para estos jóvenes universitarios caraqueños que nunca habían pisado el casco histórico de Petare, pero que llegaron dispuestos a conocerlo. A las 9:30 de la mañana, Adriana Villaroel -empleada del Centro Histórico Regional de Petare y encargada de hacernos el "tour"- ya estaba explicándole al grupo lo que íbamos a hacer. Lo primero que llama la atención es la plaza Antonio José de Sucre y los árboles que la circundan. Por su extensión y ubicación parece la plaza Bolívar de cualquier pueblo de Venezuela. Frente a ella está la iglesia Dulce Nombre de Jesús, que si bien amerita una restauración urgente, es un tesoro histórico y sentimental para los habitantes de Petare. El Cristo de la Salud es su devoción más popular, y mientras la guía da detalles sobre la estructura y la historia del pueblo, una de las chicas se pregunta si podrá sacar su celular para tomar fotos. Finalmente su deseo pudo más que su reflejo natural hacia la inseguridad y comenzó a registrar todo, arrastrando a los demás a hacerlo. El recorrido siguió por la casa parroquial, en donde hay una exposición de Francisco Rivas, el cronista visual de Petare y a quien conoceríamos unos metros más adelante, en la bodega La minita...

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