Ciudad y Gobierno Local: Riesgos, desafíos y fortalezas

AutorArmando Rodríguez García
Páginas29-59

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I El escenario urbano actual. Efectos y perspectivas

En los tiempos que corren ya no es racionalmente posible esquivar la contundencia, la profundidad y el amplio espectro de una realidad incontestable que pone de manifiesto, en

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primera línea de atención, el triunfo de las ciudades1. La Ciudad es, a un tiempo, el espacio para vivir y el modo de vida o la manera de vivir que ha adoptado -o tal vez mejor decir, que ha “construido”- la sociedad humana a lo largo de toda su historia, y a escala mundial.

No obstante, las notas que sustentan sólida e incuestionablemente la rotundidad, la antigüedad, la irreversibilidad y la globalidad del fenómeno urbano entran en contacto con otros datos objetivos, dando lugar a la posibilidad de una percepción inicial y en cierta medida generalizada, o al menos difundida, que bien pudieran conducir al lector inadvertido y al observador superficial, a concluir en resultados aparentemente paradójicos.

Así, por una parte tenemos que, desde el punto de vista físico, espacial, o mejor dicho, territorial (empleando de este modo la expresión más precisa en función de su contenido técnico, puesto que se hace alusión al espacio acotado, al terreno o lugar concreto que conforman las ciudades), el ámbito urbano global, el terreno que representan u ocupan las ciudades, a nivel mundial, es relativamente pequeño, puede decirse que insignificante o despreciable, en cuanto a su consideración como variable cuantitativa, pues eso que podríamos denominar terreno urbano alcanza apenas un dos por ciento (2%) del total de la superficie terrestre.

Pero al lado de este curioso punto de contacto inicial, otro dato cuantitativo de singular relevancia que aparece asociado al tema, nos informa sobre lo que, en cuanto a asentamiento poblacional significa hoy en día ese espacio urbano mundial. En efecto, es digno de tomar en consideración para la mejor percepción del asunto que nos ocupa, que en ese insignificante dos por ciento (2%) de superficie, habita algo mas del cincuenta por ciento (50%) -esto es, mas de la mitad- de la población total del planeta. Ciertamente, hacia finales del pasado año 2011 –concretamente el 31 de octubre-, la Organización de las Naciones Unidas informó sobre el nacimiento del habitante numero 7.000 millones en la Tierra, estimándose que las proyecciones de crecimiento de la población apuntan a un umbral de aproximadamente 9.000 millones de personas para la década del 40 de este siglo, en lo que viene a ser, además, la etapa de mayor crecimiento urbano de la historia. Se estima que diariamente se suman a la población urbana unas ciento ochenta mil (180.000) personas, con lo cual, en apenas dos décadas, más del sesenta por ciento (60%) de la población mundial vivirá en ciudades. Hoy, una de cada diez personas (1/10) vive en el área interna de una ciudad; se estima que dentro de unos cuarenta (40) años la proporción será de dos por cada tres (2/3).2

Ahora bien, a la par de los datos apuntados, resulta claro y comprensible entender que los actuales niveles de concentración de la población mundial en ciudades, así como su previsible proyección, que sin duda ocurrirá en términos exponenciales, son una consecuencia directa del prolongado y sostenido proceso de asentamientos humanos que tiene su punto de arranque remoto en el último período del neolítico, tres milenos antes de Cristo, con la aparición de las primeras muestras de manejo de los metales y de la agricultura, como el primer gran invento del hombre, que potencia su ascenso y lo catapulta en forma determinante hacia una posición de control y dominio sobre el entorno natural, abriendo las compuertas a la aparición del sedentarismo de los grupos humanos con todas las trascendentales consecuen

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cias que ello conlleva, en particular, en cuanto a la configuración de los asentamientos sobre el territorio, de la urbanización, como modo predominante de organización de la vida en sociedad.

El magnífico volumen que resulta de los datos informativos sobre la ciudad, unido a la calidad de los rastros que dan cuenta de la singular andadura que ha protagonizado el genero humano en esa dirección, conducen a verificar el carácter irreversible y la contundencia del fenómeno de la urbanización, lo que se suma a la globalidad del mismo, tal como venimos de afirmar al comienzo de estas líneas. Las características mas destacadas de esta cuestión llevan a compartir con el Director Ejecutivo del Fondo de Población de las Naciones Unidas, Dr. Babatunde Osotimehin, que “…el asunto de la población es crítico para la humanidad y para la Tierra; pero no se trata de una cuestión de espacio, sino de igualdad, oportunidad y justicia social… Veo el hito de los 7 mil millones como un llamado a la acción para asegurar que todos puedan disfrutar de los mismos derechos y dignidad…”3.

Otros datos que se añaden a la configuración integral de una apreciación científica acerca de la expresión global del proceso de asentamientos humanos sobre el territorio, permiten la incorporación de factores dinámicos, de algunos elementos funcionales que pertenecen a la esencia, a la naturaleza misma del fenómeno urbano, lo que pone de relieve el carácter altamente complejo que el mismo ostenta, en cuanto a la presencia de componentes de diverso orden (social, político, económico, técnico, tecnológico, jurídico, demográfico, cultural, etc.) conjugados en una manifestación unitaria de donde aparece la necesidad de su abordaje mediante técnicas de atención multidisciplinaria para su adecuada comprensión, y el consecuente diseño y aplicación de las respuestas adecuadas y efectivas.

Así, viene a ser interesante advertir que mas de la mitad de la población mundial habita, en promedio, a menos de una hora de trayecto de una gran ciudad, y en virtud de las condiciones actuales de las comunicaciones, apenas el diez por ciento (10%) de la superficie terrestre se encuentra a mas de cuarenta y ocho (48) horas de distancia de un centro urbano, de acuerdo al resultado de los análisis que ha manejado el Centro Común de Investigación de la Comisión Europea, para la preparación del Informe del Banco Mundial sobre el desarrollo mundial en el año 2009, lo que condujo a la elaboración de una nueva medida sobre las manifestaciones de los asentamientos humanos que se identifica como “índice de aglomeración”.

En este orden de ideas queda claro que la existencia de un mundo urbanizado es una realidad mas que evidente4, la cual percibimos sin mayor esfuerzo en nuestro quehacer cotidiano, como factor integrante de nuestra rutina de vida diaria; y aunque no tengamos clara conciencia de su intensidad, extensión y magnitud, es indudable que formamos parte de esa realidad, contribuyendo constantemente a profundizar y potenciar su existencia, puesto que “…Vivimos en un mundo de ciudades. En muchas regiones, algunas de las más ricas del mundo, vivimos como ciudadanos incluso fuera de las ciudades. En la histórica oposición campo ciudad, la ciudad, desde siempre cualitativamente superior, triunfa hoy, en todo el

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mundo, también en términos cuantitativos. Sede del comercio, del poder político y, a partir de la industrialización, sede también de la producción, actualmente la ciudad es como nunca antes el lugar en el que se crean y regulan la riqueza y la pobreza, se conciben e imponen estilos de vida, se condiciona el estilo de vida de los individuos y del ambiente. Asimismo, la ciudad es, cada vez más, el lugar en el que se manifiestan y se contraponen las desigualdades que caracterizan a la sociedad, esto es, las desigualdades de culturas, de ingresos, de preferencias, de poder, de solidaridad, de sentido cívico…”5

Ante la evidencia de los datos comprobados que presenta la realidad contemporánea, ciertamente se puede concluir sin reservas, y apoyándose en los términos empleados por el Director Ejecutivo del Fondo de Población de las Naciones Unidas, en cuanto a que el problema no es de espacio, visto que la proporción de superficie terrestre no ocupada por ciudades, no urbanizada o disponible, considerada en contraposición con el territorio ocupado por las ciudades, con el espacio urbano -o urbanizado-, con la ciudad existente y su previsible expansión física, arroja un resultado numérico altamente superior.

Como una clara consecuencia de lo antes dicho -y puestos a considerar la atención debida a los seres humanos habitantes del planeta como una elemental manifestación de solidaridad-, encontramos que, el desafío presente en la actualidad, al igual que lo ha sido antes y lo seguirá siendo para el futuro inmediato, apunta a la búsqueda de respuestas que permitan brindar condiciones de mayor calidad de vida a la población, de una manera generalizada, igualitaria y no discriminatoria, lo que nos impone revisar la situación, no solamente desde la óptica cuantitativa, sino también, y tal vez de manera prioritaria, desde el punto de vista la realidad objetiva que cualitativamente hablando, arroja el fenómeno de la urbanización, en cuanto a su perfil, sus demandas, sus fortalezas, sus debilidades, sus efectos y sus derivaciones.

Ahora bien, la cercanía temporal de los datos empleados para poner de manifiesto las...

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