Destapar la caja de Pandora

Sólo Dios sabe cuál episodio turbulento se desatará en China si el tema de la corrupción de los funcionarios se vuelve un fenómeno viral en las redes sociales y si la población comienza a expresarse sobre ella masivamente en la antesala del Congreso del Partido Comunista, en el que se decidirá el relevo gubernamental. La conmutación de la pena de la esposa de Bo Xilai de condena a muerte por reclusión perpetua, está generando expresiones que las altas esferas del partido quisieran evitar. Les ha resultado complicado a los dirigentes asumir posiciones equilibradas, frente a un caso espinoso en extremo y que envuelve corrupción y asesinato, tráfico de influencias y cotilleo pernicioso. ¿Pero qué es una posición cuerda cuando lo que está en juego es una transición en la conducción del país? Algo es bien claro, y es que los miembros del partido siguen siendo tratados con manos de seda cuando se comparan las sanciones que estos reciben por sus comportamientos díscolos, con las penas acordadas por delitos equivalentes a la gente común. Gu Kailai nunca tuvo la apariencia de un reo de la justicia, que en China acuden a los tribunales encadenados y con el uniforme de las prisiones. A ella se le concedió el derecho de ir ataviada con sus prendas de ciudadano común. Ya de entrada, esta antipática discriminación le generó un mal ambiente al proceso. Una sola conclusión hay que extraer de este tratamiento y es que a pesar de haber sido expulsado desde abril del Poliburó, Bo, el marido de Gu, sigue teniendo la vara alta dentro de las esferas elevadas del Partido Comunista y del aparato de justicia. Pero el hombre se ha vuelto invisible y seguramente así seguirá hasta el congreso...

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