Un día después de la República

Escribo esto un día después de la República. Escribo estas líneas en el momento de mayor incertidumbre política que haya vivido nuestra nación en mucho tiempo. Por primera vez en la historia de Venezuela alguien ha jurado al cargo que lo designa como jefe del Estado en nombre de otro hombre no de Dios ni de la ley. En la nada virtuosa y muy accidentada historia de nuestros avatares de gobierno no se había visto esto nunca: nunca antes nadie osó asumir la Presidencia, ni siquiera la jefatura del gobierno en detrimento del Estado, jurando por el nombre y en la fidelidad de otro hombre. Con ser un acto formal, el juramento de Nicolás Maduro también fue un acto de palabra, un speech act di cen los lingüistas, esto es: una proferación eficaz que hace ser lo que dice y engendra consecuencias irreversibles. Es el fin de la República porque nadie puede jurar conducir los destinos de los asuntos públicos, de la cosa pública, de aquello que es de todos y no puede ser de nadie, en nombre de otro nombre propio, a riesgo de entregar el destino de la nación a su más oscura forma de regresión. Escribo, pues, estas líneas un día después de que la República haya fenecido en el delirio pasional del caudillismo y del culto a la personalidad.Nadie podría sorprenderse por mucho que el juramento de Nicolás Maduro en nombre de Hugo Chávez sea una inverosimilitud monumental de que hayamos llegado a este destino miserable de nuestra vida colectiva. Todo estaba ya incubado, en potencia y actos, desde que Hugo Chávez jurara sobre la constitución de 1961 para matarla. No podía, ya, en aquel lejano y turbulento año de 1999, el presidente electo de la nación jurar declarando muerta la constitución sobre la cual profería su juramento.Allí empezaba todo, la suma irreversible de lo que nos ha conducido a los peores días de nuestra vida institucional, cívica y moral. Porque es sabido que los herederos del caudillo están llamados a exacerbar su ejemplo, a llevarlo hasta su absurdo. Y su absurdo es hoy el fin de la República.Al menos el fin de su formali dad legal, jurídica, constitucional. La revolución chavista habrá sido como el hambre que consume a sus víctimas, una lenta consumición de nuestro cuerpo, un golpe de Estado permanente e incesante. Una repetición, elevada a sus rasgos más gruesos, de nuestras peores pulsiones colectivas, de todo aquello que nos ha impedido hacer una república verdadera, e instaurar la paz cívica durable para todos. Escribo esto mientras...

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