Dispositivos anti-peatonales

La pasarela de la avenida Baralt no la usa nadie, pero luce recién pintada. La gente cruza por debajo y trata, en la medida de lo posible, de no acercarse mucho a las escaleras la estructura en forma de túnel, que discurre en paralelo por debajo de la larga rampa de metal, es una guarida. En la intersección, 40 metros más arriba, hay un semáforo que no ofrece tiempo exclusivo para los que cruzan a pie. Por eso muchos optan por atravesar justo debajo de la pasarela, para estar lo más alejado del cruce y dar tiempo de pegar la carrera sobre los seis canales.Los pasos peatonales elevados o soterrados sólo se justifican sobre vías expresas. Y tomando en cuenta que las vías rápidas se impusieron sobre la ciudad, partiendo en dos lo que antes era continuo, como compensación deberían montar sobre las autopistas y el río no esperpentos metálicos ni escarpadas pasarelas de concreto, sino amplios y hermosos puentes peatonales, con rampas y apoyos que hagan posible su uso para todos.Los ingenieros viales que aún apelan a esos dispositivos en avenidas pretenden hacernos creer que están diseñados para brindar seguridad a los peatones, que son una solución pensando en ellos, pero son exactamente lo contrario. Las pasarelas, al igual que sus hermanos mayores, los elevados, son dispositivos anti-peatonales. En este caso porque pretenden obligar a los transeúntes a subir decenas de escalones, sin importar si las personas se desplazan en sillas de ruedas, si empujan coches con bebés, si llevan bolsas de mercado o si sencillamente están apurados ¿acaso la premura es patrimo nio exclusivo de los conductores?. La lógica es implacable: el peatón es un estorbo y debe segregarse de las vías para que los carros fluyan lo más rápido posible.El derecho y la lógica del pea tón es andar a ras de calle, cruzar donde resulta natural intersecciones, puntos de mucha afluencia peatonal, continuidad de un bulevar o un paseo peatonal, salidas de centros escolares y parques, por lo que entre un cruce y otro no debe haber distancias excesivas algunas referencias hablan de no más de 100 metros en grandes avenidas y mucho menos en vías locales, cuya velocidad máxima no debería exceder los 25 kph. Y, aunque a los conductores les suene...

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