Yo escribo y no me pregunto demasiadas cosas

El refuerzo Puntocero, 2010 fue la primera novela que Horacio Convertini publicó en Venezuela. Es una novela de fútbol, dice el autor, se presentó en Uruguay, durante el Mundial de Fútbol, había fervor futbolero por la actuación de la celeste y eso despertó interés por la novela.Convertini cuenta que llegó al catálogo de la editorial venezolana gracias a una recomendación que su maestro y amigo, el escritor Pablo Ramos, le hizo a Ulises Milla. Ulises le consultó sobre escritores argentinos emergentes. Pablo le sugirió varios nombres y allí estaba el mío.Le mandé una serie de obras en las que estaba trabajando en ese momento, entre ellas El refuer zo. A Ulises le gustó y fue publi cada en 2010. Este año Convertini publicó otra novela con la casa editora venezolana y vino a Caracas para presentarla durante el Festival de Lectura de Chacao. Se trata de otra novela, New Pompey, que no es sobre fútbol, pero sí muy porteña, una novela-tango del siglo XXI, como se lee en la contraportada.Este autor sureño, periodista de profesión, dio el salto a la literatura luego de años dedicado al diarismo. Su acercamiento a la escritura de ficción, su relación con los dos oficios y su nuevo libro fueron los ejes temáticos de esta conversación.Eres periodista pero decidiste dedicarte a la literatura después de mucho tiempo. Básicamente yo le tenía un respeto reverencial a la literatura y sentía que no estaba a la altura. Escribía y rompía. Y buscaba caminos alternativos de expresión. Caminos de expresión alternativos al periodismo, sondeaba, buscaba y no encontraba el lugar. Alguna vez en los ochenta intenté con la historieta, más adelante con los guiones de cine, todo se me hacía cuesta arriba y generaba mayores dudas sobre la posibilidad de encontrar un camino alternativo al periodismo.Hace treinta años que trabajo en el periodismo escrito y me ha ido bien. Pero necesitaba un cable a tierra que saliera de la realidad y lo informativo para entrar en un mundo de fantasía, en un mundo donde pudiera divertirme, crear, imaginar, liberar algunos demonios interiores. Lo que casi siempre, supongo, hacen los escritores cuando escriben. Finalmente, algunas cosas sobrevivían la trituradora y, un día, perdí el miedo escénico, me acerqué a algunos amigos que son escritores, encontré una voz de aliento y ahí empecé sistemáticamente a escribir y fue como si se hubiera abierto un grifo. Fueron cuatro o cinco años iniciales de una gran producción, de escribir, hacerlo con un...

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