La esperanza un bien escaso en Cuba

Luego de la renuncia de Fidel Castro a la Presidencia por razones de salud, pocos anuncios en los últimos años han turbado de manera tan profunda la vida de los cubanos como las reformas económicas iniciadas a principios de este año por órdenes del sucesor del comandante, su hermano Raúl, que se tradujeron en el despido de alrededor de medio millón de trabajadores estatales y su tránsito al empleo por cuenta propia. Las reformas vinieron acom pañadas también de una considerable reducción de los beneficios en la libreta de abastecimiento, mecanis mo mediante el cual se distribuían alimentos de manera subsidiada. Percibido como una medi da desesperada para tratar de mantener la estabilidad del régimen mediante la actualización del obsoleto modelo soviético, el ya famoso cuentapropismo se inserta accidentadamente como uno de los ejes que define la narrativa de la realidad cubana contemporánea sin que el Estado haya respondido aún a las cuestiones más elementales que surgen de este nuevo esquema. La cautela con la que el pue blo recibió el anuncio de la legalización de infinidad de oficios que desde mucho antes se ejercían, se ha eclipsado hasta convertirse en otra de las frustraciones con las que el cubano promedio da sustancia a una desesperanza que contrasta con el espíritu festivo que siempre lo ha caracterizado. Con una población de 11 mi llones de habitantes aproxi madamente y una fuerza laboral de 5 millones cuyo salario mínimo mensual es cercano a 300 pesos cubanos 10 dólares, Cuba vislumbraba que a partir del cambio de estatus de esas 500.000 personas de trabajadores estatales a disponibles para el empleo Âcomo eufemísticamente define el régimen a los despedidosÂ, 200.000 deberían ser absorbidas por las cooperativas que se formarían en empresas operadas por el Estado y 250.000 optarían por otras tantas licencias de trabajo por cuenta propia. Hasta ahora, poco o nada se ha sabido de la primera opción, y la segunda afronta abismos que parecen insalvables para los no menos atribulados nuevos empresarios. En Marianao, en el balcón de una casa de dos plantas dividida en pequeños apartamentos, Isabel N. la mayoría prefiere no decir su apellido mira con recelo la cámara del fotógrafo, mientras acomoda sobre una desnivelada mesa las pocas prendas de ropa íntima femenina que tiene para la venta. Me siento muy contenta por la oportunidad que nos ha dado el Gobierno de echar pa?lante, porque yo no tenía nada, dice alegre y convencida. Admiro...

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