Un esquizofrénico no puede luchar por su medicina

La habitación de Angélica tiene en su cama el peluche que le regaló el novio de la adolescencia, trazos en las paredes, dibujos de personas con ojos grandes parecidos a los de ella y cabeza difuminada, un reloj en el piso que se paró a la 1:56 de la mañana o tarde en un día cualquiera y hojas secas de los árboles que se colaron por un ventanal a medio abrir.Una hoja de papel traspapelada escrita de su puño y letra pregunta: ¿Dónde te has ido, hermosa?. A su lado un baúl donde están las fotografías de un ex y sus antiguas amigas, por quienes aún pregunta algunas veces. Angélica tiene un año sin estar en casa. Está ausente, repite una y otra vez su madre para explicar que su diagnóstico es esquizofrenia.Angélica ahora tiene 32 años de edad, pero fue diagnosticada a los 19. Se fue a estudiar Arte a Estados Unidos y no pudo culminar porque empezaron las crisis. Habla 3 idiomas y escribe, pero no puede valerse por sí misma pese al talento. Hoy, su madre lidia con el costo de pagar hospitalizaciones para que vuelva en sí, buscar psiquiatras, psicólogos y recorrer ciudades para comprarle sus medicamentos.Taccarelli teme que un día no pueda conseguir las medicinas y deba importarlas por la escasez. Mensualmente tendría que conseguir 700 dólares.Su hija consume el antipsicótico clozapina junto con Valcote Er y lithium para estabilizar el ánimo, y Rivotril para bajar la ansiedad. La escasez lleva más de un año, pero su madre, sin precisar cómo, los consigue. Los ahorros se consumen. Ya cruzar la frontera hasta Cúcuta no es opción y se le hace más difícil.Temo no encontrar las me dicinas y no poder salvar a mi hija de una crisis. El problema es que un...

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