Los fantasmas de los teatros tienen función permanente

Un pichón de zamuro llegó a la Caja de Fósforos en abril, cuando comenzó la tempo rada de El hombre almohada .Ricardo Nortier, que no cree en aves de mal agüero, decidió cuidarlo. El director de la obra lo alimentó durante varias semanas hasta que el pájaro desapareció, justo el día de la última función.La energía en la sala ya era extraña en las presentaciones finales. Los actores decidieron grabar una función para perfeccionar el montaje. Cuando revisaron el video encontraron un detalle que no estaba en el guión: una sombra extraña se desplazaba sobre una de las paredes.Ante la incertidumbre de lo que estaban viendo, el actor Luis Villegas subió el video a su muro de Facebook y el director Orlando Arocha le dio una respuesta: Todo gran teatro tiene su fantasma.Esa creencia tiene sus bases en las miles de anécdotas que cuentan quienes hacen vida en las tablas. Actores, directores y personal técnico aceptan con naturalidad los sonidos extraños y los espectros que se han encontrado dentro y fuera de escena.Los fantasmas de niños son los más recurrentes. En la Concha Acústica de Bello Monte los perros parecen ladrarle a la nada durante las noches, pero hay quienes ven a una pequeña sentarse en las escaleras.Tiene como 9 años de edad y usa falda. Un técnico la vio dentro de la sala cuando recogía las cosas y le pidió que se retirara por seguridad. La niña se mantuvo callada y luego desapareció. Fue tanta la impresión que el hombre renunció, cuenta Luis Villegas.En la Fundación Rajatabla es un niño el que hace de las suyas.Toda esta semana lo hemos visto. Me lo encontré por primera vez en 2010, mientras montaba Mahagoni . Usaba una braga.Puede pasar corriendo o aparecerse en el camerino, recuerda el actor Ernesto Campos.El Teatro San Martín es la re sidencia de dos espíritus: un niño y una mujer. Así lo asegura su director, Luis Domingo González. Esos fantasmas van a ver los ensayos generales. Uno sabe si la obra es buena porque se sientan en las butacas. Yo los he visto de reojo, dice el actor, que también ha oído que Antonio Guzmán Blanco ocupa de vez en cuando alguna de las sillas del palco presidencial del Teatro Municipal.Alberto de Paz y Mateos es otro de los espíritus conocidos.Durante los años noventa le colocaban un cigarro a la estatua del teatro que lleva su nombre. Amanecía solo la colilla.Yo creo que era alguien que se lo fumaba. Porque en todos los años que estuve ahí, que me tocó pernoctar y madrugar, nunca vi nada, expresa José...

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