EL FILOSOFO GOBERNANTE Y SU EDUCACION COMO ESPECIALISTA EN LA DOCTRINA POLITICA DE PLATON.

AutorSuzzarini, Andres
CargoEnsayo

THE RULER-PHILOSOPHER AND HIS EDUCATION AS SCHOLAR IN PLATO'S POLITICAL DOCTRINE

  1. El filosofo y su educacion como especialista

    Que una ciudad se encuentre perfectamente organizada, quiere decir que en ella funcionan las instituciones civiles en correspondencia con un sistema legal basado en consideraciones de orden estrictamente racional, el cual a su vez tiene como ultimo fin la realizacion de un ideal de justicia. Para Platon la ley es el fundamento de la organizacion social. Precisamente es el caracter de la ley lo que quiere el establecer como requisito previo a la construccion de un modelo perfecto para una ciudad perfecta. Y ello tanto en el plano de lo visible como en el correlativo plano de las formas perfectas, puesto que es caracter propio del mundo inteligible el encontrarse regido segun leyes rigurosamente necesarias o racionales. El quiere establecer la maxima aproximacion al mundo de las ideas que sea posible para un ser humano, para de tal modo tomarlo como referencia en el diseno terrenal de la ciudad terrena. Por ello, cuando propone el gobierno para los filosofos, propone tambien la necesidad de la formacion de los filosofos en la ciencia de gobernar que no es otra que la filosofia. La filosofia no es otra cosa que la vida aplicada a la contemplacion de las formas eternas y unicas, y el hombre dedicado de por vida a esta contemplacion es precisamente el filosofo. A partir de la contemplacion de los modelos eternos, el filosofo podra construir el modelo contingente de mayor perfeccion posible para un objeto visible como lo es la ciudad terrena.

    Esta idea se corresponde con la exigencia platonica de origen socratico acerca de la necesidad de que la ciencia de la gobernacion de las ciudades, como la de cualquier otra disciplina semejante, como la navegacion o la medicina, sea objeto de conocimiento cientifico y por lo tanto del estudio y entrenamiento. Porque el gobierno es una tecnica, arte o ciencia y como tal necesita de la dedicacion de quien se prepara para gobernar y asi alcanzar las habilidades que le permitan realizar correctamente su proposito, que no es, como suele pensarse, el simple lucro del gobernante, sino el llevar a la ciudad y a los ciudadanos hacia la vida virtuosa. Con el gobernante, entonces, ha de establecerse una relacion analoga, por parte del gobernado, a la que tiene el paciente con el medico cuando solicita los servicios de este, o del pasajero con el piloto de la nave en identicas circunstancias:

    > (Rep. 489 b). Ya Socrates condenaba el hecho de que para ciertos servicios y magistraturas menores, a semejanza de cualquier actividad artesanal o agricola, se requiriera de algun conocimiento tecnico y que para el ejercicio de algunas magistraturas no se exigiese ninguna preparacion y hasta se atribuyeran por un procedimiento de sorteo. En este caso, el Socrates que nos presenta Platon coincide con el Socrates que nos presenta otro gran discipulo de este, Jenofonte: > (1) . En otro lugar afirma que Socrates pensaba que >. (2)

    Esta idea contrasta con la que en su tiempo era lugar comun y conviccion de los sofistas, de que el conocimiento fundamental para los gobernantes de ciudades es la retorica y la oratoria, y lo demas es cuestion de sentido comun. Esto querria decir que el proposito del politico no es otro que el ejercicio del poder y que para ello no precisaria de otra ciencia o arte que aquel que le permitiera convencer a sus conciudadanos de la conveniencia o necesidad de dejarse gobernar. Platon es el primero que plantea la necesidad de que el gobierno sea ejercido por especialistas en una todavia inexistente ciencia de gobernar, ciencia que, por otra parte, no tendria como objeto el gobernar mismo ni el provecho del gobernante, sino el bienestar de los gobernados (Rep. 345 d). Esta necesidad de una especifica ciencia de gobernar es algo que todavia es exigencia de algunos, pensadores y ciudadanos, en nuestros dias.

    Su utopia, la que por primera vez se nos ofrece en las paginas de la Republica, es ciertamente el diseno de una sociedad feliz, pero tambien el tratado pedagogico que permitira la formacion del especialista en el gobierno de la ciudad. Esa ciencia de gobernar es, para Platon, la filosofia como especie de ciencia aplicada, y el especialista en ella es precisamente el filosofo. Para Platon, en efecto, una organizacion racional de la sociedad solo puede obtenerse como el resultado de un sometimiento voluntario de todos los ciudadanos al dictamen de las leyes, y estas tienen que ser guiadas por una idea de justicia que es a la vez el resultado de una investigacion filosofica o, en otras palabras, de una investigacion cientifica.

    La idea de justicia que ha de convertirse en la idea rectora de la ciudad perfectamente organizada y gobernada tiene que ser buscada y encontrada por una persona de especiales dotes, el filosofo. Por otra parte, el filosofo no es un producto casual o azaroso. El es el resultado de una muy exigente y constante labor de educacion, educacion rigurosa y previamente programada, con miras a un resultado que es precisamente el modelado del hombre mas capaz de gobernar a sus conciudadanos y que no tiene como proposito el simple ejercicio del poder sino actuar en provecho de estos para conducirlos a la felicidad.

    Esta idea de que el gobernante no puede ser alguien que disponga del gobierno para su propio provecho, sino alguien que tiene como proposito el logro del bienestar de sus conciudadanos, que se define en fin como servidor publico, es una consecuencia precisamente de la concepcion de justicia lograda en la investigacion filosofica, y es asimismo otro elemento de confrontacion con el pensamiento de los sofistas. Cuando Socrates, en el libro primero de la Republica, inicia su averiguacion acerca de que cosa sea la justicia, y antes de saberlo, o hacernoslo saber, positivamente, nos dice que la justicia no es lo conveniente para el gobernante o el poderoso, es al sofista Trasimaco a quien reduce con su implacable dialectica. Ciertamente, ni en el plano de la especulacion cientifica o filosofica, ni en el plano de las realizaciones practicas hay conciliacion posible entre Platon y los sofistas. Para estos el conocimiento y consecuentemente la verdad son cosas relativas, dependientes siempre de la particular perspectiva humana, de tal manera que seria posible afirmar indistintamente proposiciones contradictorias, pues dependiendo de la perspectiva ambas pueden resultar a la vez verdaderas o falsas. Platon, por el contrario, aunque no ignora el hecho de que podemos afirmar acerca de una misma cosa proposiciones contradictorias que pueden resultar ambas a la vez verdaderas o falsas, como cuando afirmamos que Socrates es pequeno y grande a la vez, pues es pequeno con respecto a algun otro hombre pero grande con respecto a un tercero, sostiene que existe tambien algo que es pequeno en si mismo y no pequeno con respecto a otro y algo que es grande en si mismo y no grande con respecto a otro. En fin que existe un mundo de formas paradigmaticas e invariables que no admiten contradiccion ni multiplicidad ni mutabilidad al lado de un mundo de contradiccion, multiplicidad y mutabilidad.

    De esta manera nos encontramos con la existencia de dos mundos a los cuales el hombre accede por caminos distintos. A uno accedemos por el camino de los sentidos, especialmente de la vista; al otro, por el camino de la razon o el pensamiento. Al primero llamamos mundo sensible o visible; al segundo, mundo inteligible. Para el hombre corriente, que no se plantea normalmente las preguntas fundamentales, el mundo real y verdadero es el mundo visible, pues es con los objetos de este mundo con los que habitualmente convive, y es a este tipo de objetos a los que se refieren los sofistas cuando dicen que no hay conocimiento verdadero. De hecho ni el hombre corriente ni el sofista acceden al mundo inteligible, pues para acceder al mundo inteligible hace falta la investigacion cientifica que es dado hacer solo al verdadero filosofo.

    Tanto el hombre corriente como el sofista se encuentran imposibilitados en principio para acceder a la filosofia pues a ambos se les oculta la existencia del mundo de las realidades puramente inteligibles. Esta situacion del sofista y el hombre corriente se encuentra descrita en el inicio del libro septimo de la Republica mediante la famosa alegoria de la caverna (Rep.514 a-519 d). Alli se nos propone imaginar una caverna o antro, especie de salon de cinematografo, en la cual se encuentran unos hombres encadenados desde su nacimiento e imposibilitados de ver a otra parte que al fondo de la especie de pantalla de proyeccion que resultaria ser la pared hacia la cual tienen fijas las miradas. A partir de los encadenados y en direccion a la entrada de la caverna, se encuentra, primero, un muro del tamano de la estatura de un hombre, luego, muy cerca del muro, un camino, y finalmente un fuego de lena. Por el camino pasan constantemente hombres portando objetos muy variados que sobrepasan la altura del muro y, gracias al fuego que se encuentra entre la entrada y el camino, estos son proyectados como sombras sobre la pared del fondo, junto con las voces de los hombres que se proyectan como ecos. Para los hombres encadenados las unicas cosas visibles resultan ser asi las sombras proyectadas, y las unicas audibles, los ecos que resuenan contra la pared del fondo de la caverna. Ignoran por completo cual es el verdadero origen de las cosas que ven y oyen e ignoran asimismo que existen cosas mas reales que ellas y piensan que ellas son las unicas realidades. Si uno de ellos, por algun acontecimiento azaroso, llegase a liberarse de sus cadenas y voltearse y dirigir su vista hacia la entrada, veria en primer lugar el muro y los objetos que sobresalen a traves de el y se daria cuenta de que las sombras que antes miraba proyectadas sobre el fondo eran efecto de esos objetos y de la luz de lena colocada tras ellos. Mas tarde, despues de trasponer...

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