Homenajes

En los últimos tiempos de esta paradigmática estructura en la que se ha convertido la identidad venezolana, nuestro entorno cultural también se ha visto sacudido por los avatares de una politización extrema. Temporales fugaces de una sociedad que ha recreado un espacio urbano-virtual donde, aunque se promueve con insistencia la apertura, la flexibilidad, la expansión y la conexión, en realidad padecemos una fragmentación profunda de los vínculos reales del ciudadano con sus espacios, delineando para todos los casos un espasmo separatista y una falsa pertenencia a una zona que funciona de una manera mientras la otra parte está errada, y viceversa. Este caos permanente de ceguera, rechazo y desconfianza tiene su amplia cuota de olvidos. La primera noticia siempre será aquella que dé en las puntas de la discordia, la que levante los ánimos, la que promueva esa acción descollante que socave al enemigo. Así, se van diluyendo los lapsos de la metáfora, las variables del correcto diagnóstico y las muchas posibilidades del encuentro. Siempre mejor que los otros y anclado en el oprobio, la venganza o el resentimiento, el llevado por estos impulsos tan sólo reconstruye limbos inútiles de una árida historia. En medio de estos acontecimientos, una sala de la ciudad de Caracas se ha dedicado a poner en escena algunas de esas desmerecidas pérdidas que dejan las épocas de refutación constante y severos personalismos. Este lugar es la Sala Trasno cho Arte Contacto. Durante 2011 ha afinado una línea de investigación que, bajo la tutela de John Lange y con la coordinación general de Rosa Elda Fernández, había construido pertinentes lugares de reflexión de nuestras artes visuales con exposiciones que renovaron las miradas sobre Gego, Bárbaro Rivas, el imaginario colonial o Cruz-Diez...

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