Juvenilizacion y Neoderecho.

AutorBarboza de la Torre, Pedro

EL PROBLEMA

En el presente trabajo, se analiza el proceso de cambio que se opera en los criterios jurídicos y que determinarán la dirección del nuevo Derecho, visto como una de las consecuencias de la creciente influencia de la juventud en la toma de decisiones. Es posible que los hechos observados en este país difieran algo de los acontecimientos habidos en otros, pero no han de ser radicalmente distintos. Las conclusiones, por lo tanto, podrían tener un valor universal, al menos en Hispanoamérica.

Por necesidad, la exposición tiene carácter sintético, pero intención de brevedad. Los resultados no se obtuvieron por la vía de la sola especulación, puesto que se procedió al estudio de numerosos artículos de especialistas, informaciones de prensa y el contenido de encuestas y entrevistas realizadas por el autor en siete urbes venezolanas de más de cien mil habitantes, donde funcionan aulas universitarias.

En todo tiempo, mientras se recogieron los datos y se procesaron, se trató de mantener la debida imparcialidad y conservar la expectativa científica, en el mejor de los ámbitos sociológicos no comprometidos.

EL DERECHO

El Derecho fue, hasta ahora, la síntesis de una cultura humanística que cada vez se alejaba más de las vías de hecho, para ingresar paulatinamente en el diálogo y el parlamento de "representantes". Habiendo tenido un origen común con la moral y la Religión, en el mundo Occidental el Derecho siempre estuvo ostensiblemente signado por los dogmas y la ética cristiana, reputados como exponentes de un monoteísmo cargado de valores como la piedad, la humildad, el perdón, la caridad y la temperancia, que se podrían genéricamente encerrar en la palabra "amor". Sobre todo, la doctrina jurídica llegó a ser la exigencia de vivir honestamente, no dañar a otro y dar a cada uno lo suyo.

Portados por el cristianismo, en el siglo IV se incorporaron al Derecho de Roma los principios filosóficos aristotélicos, que dieron mayor fortaleza a la dirección humanizante del Derecho, y lo armaron para suavizar la rudeza y la impiedad de instituciones que discriminaban al extranjero, ponían en esclavitud o en servidumbre al débil y mantenían "capitis diminutio" o "in manus" a la mujer.

Con mucha razón, el Derecho ha merecido la consideración de ser el mejor exponente de la cultura de un pueblo y los hombres del Derecho, han sido tenidos, en todo tiempo, como la garantía del orden, la justicia y la libertad. Sociológicamente, el Derecho es el resultado de la convivencia elaborada en la propia vida social y cada conglomerado humano produce un Derecho correspondiente, caracterizado por los componentes físicos, biológicos, psicológicos y sociales predominantes. Los valores universales que hacen que el Derecho sea eso y no otra cosa, están presentes siempre, pero no pueden impedir la huella de lo particularmente estamentario, en especial, cierta tipicidad jurídica.

En estricto Derecho, las acciones humanas deben conformarse a las leyes y no las leyes a los actos, porque el Derecho tiene señalados tres papeles muy importantes, como son: servir de poderoso e inexcusable control social, que promueve remordimiento y temor en quien lo trasgrede, ser el fiel de una balanza ideal, de categoría suficiente para promover entre los hombres la igualdad, y guardar, detrás de una diversidad de modelos de conducta prepensada, los medios civilizados para restaurar el equilibrio roto, sin llegar a impedir el paso a los cambios, porque el Derecho, hasta ahora, ha sido el punto de referencia para conservar el equilibrio del orden, pero sin renunciar otra de sus grandes misiones, cual ha sido, la de garantizar la evolución del proceso fundamental de la sociedad humana.

La máxima según la cual, "la Ley puede ser dura, pero es la Ley", nunca podría ser explicada desapasionadamente como una tiranía, y siempre podrá ser erigida como la mejor fórmula hallada por la civilización, para sobreponer el Derecho a la arbitrariedad y al despotismo.

Con esta filosofía, ha llegado el Derecho hasta aquí. Los acontecimientos históricos confirman que estos principios han servido a la cultura occidental, pero los más recientes sucesos están anunciando que, la "socialización del Derecho", explicada por Iherin, ha comenzado a mostrar otro ángulo, con la tendencia a forjar un Derecho más universal, que abandona el concepto de nación como base de su andamiaje, para sustituirlo por el de clase, que rompe su tradicional búsqueda de la convivencia en el pluralismo ideológico, que fue una de las conquistas revolucionarias del siglo XIX, para cambiar el valor cristiano del "amor", por otro de "justicia".

Más que una evolución, a todas luces es una "revolución", porque operan fuerzas sociales dirigidas por una intencionalidad que no es espontánea ni casual, y que se abre paso a toda marcha, antes de que puedan recuperarse del impacto las instituciones que peores saldrán de los cambios que se insinúan. Peores, si, porque algunas sólo resultarán reformadas, mientras otras, desaparecerán definitivamente, sin la menor posibilidad de recuperación. El Estado será de las primeras. Se transformará según parece, para adoptar el modelo corporativo y totalitario. La Iglesia, finalmente, desaparecerá. La penetración que ha sufrido ha llegado a tal grado, que muchos de sus mismos jefes, de sus grandes jerarcas, están participando en su destrucción.

LA UNIVERSIDAD

Comentario aparte debe hacerse a los sucesos universitarios, que son parte del cuestionamiento general del orden occidental, una de cuyas bases es el Derecho de raíz romano-cristiano. Pero, todo cuanto se diga deberá mantenerse en el marco de lo realista y sin apasionamientos.

La más imparcial observación permite decir, que la Universidad ha sido, desde el siglo XI, la institución forjadora de los hombres del Derecho, y que en sus cubículos, aulas e instituciones, se ha cultivado la juridicidad y el respeto al orden legislativo. Los ataques y atentados a las instituciones, aún en la incipiencia del conato, configuraron delitos tipos, de graves consecuencias penitenciarias. Allí se forjaron expresiones respetuosas, litúrgicas muchas de ellas, que hablaron de la "majestad de la Ley" y de la necesidad de ocurrir al Poder Judicial, puesto que nadie debía hacerse justicia por sí mismo. La Universidad fue, muchas veces, el reducto de la igualdad, especie de oasis para confrontar libremente todas las tendencias e ideologías, en las de los Consejos Universitarios, las fracciones políticas de estudiantes han fracturado las estructuras académicas y hecho demostración de que es posible buslar impúnemente el Derecho. Enarbolando banderas anarquistas y lemas democráticos, los grupos de todos los colores políticos han cooperado para destruir órganos de la vida universitaria, como eran los Centros de Estudiantes, e instituciones como el sufragio estudiantil. Supuestas asambleas de la comunidad, que numéricamente no podrían ser, siquiera, representativas de la...

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