Lioness: Hidden Treasures bucea en el naufragio de Amy Winehouse

La última vez que visité una librería británica, la mesa de novedades estaba tapizada con tomos sobre Amy Winehouse. Una revisión rápida me hizo sospechar que no estaba allí lo que buscaba: eran historias de testigos visuales, moralejas alargadas a dimensión de libro, mucho corto-y-pego. No localicé el relato completo que conjugara vivencias y creación. Un deseo prematuro, por lo demás: su obra artística todavía está incompleta, creíamos. Winehouse presumía de varios frentes abiertos, como el disco de jazz que planeaba con el saxofonista Soweto Kinch y el baterista Questlove. Cabía imaginar que quedaron toneladas de experiencias suyas en el limbo de los discos duros, esperando su publicación o su reelaboración pero no, como veremos. La primera cata de ese legado se llama Lioness: Hidden Treasures, que Universal editó el 2 de diciembre, como gran acontecimiento. Comercialmente, lo es: el catálogo de la diva, esencialmente dos álbumes, se reavivó tras su muerte y alcanzó récords de venta. Antes de entrar en materia, conviene prescindir de prejuicios. Funciona cierto automatismo en un sector del público, que dispara indignado contra cualquier lanzamiento póstumo. Desde las alturas de la ingenuidad, sólo se ve en esos casos una operación comercial; la realidad resulta más compleja. En el presente, es difícil impedir la difusión de cualquier grabación, a pesar de po sibles deficiencias de sonido o interpretación. Y las consecuencias pueden ser penosas. La reputación de Jimi Hendrix se vio deteriorada por una avalancha de elepés legales y piratas y apenas ahora, con el control de su familia, se enmienda el error, con ediciones cuidadas al máximo. Aceptemos que los he rederos tienen algo qué decir al respecto. Y celebremos sotto voce que algunos fideicomisarios ignoren las instrucciones del difunto, como hizo Max Brod con los papeles de Franz Kafka: gracias a esa traición hoy conocemos El proceso, América y El castillo. Lamento informar que no nos esperan descubrimientos equivalentes entre el patrimonio inédito de Wi nehouse: ya se había exprimido al máximo su archivo para las reediciones ampliadas de Frank y Back to Black. Hay que asumir que las com pañías discográficas también participan en el proceso. Su especialidad, después de todo, es confeccionar álbumes y se supone que saben distinguir entre el impulso fetichista y la necesidad de configurar una experiencia auditiva tolerable. Esa confluencia de factores explica que la presentación a...

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