La moda de la felicidad

El concepto de felicidad, seguramente bastante indefinible e inestable, a lo mejor inservible, vaya usted a saber por qué razones se ha puesto de moda de unos años para acá. Tan viejo como el homo sapiens, se asoma y se esconde, o se disfraza, rueda con la historia. A lo mejor esa revalorización tiene que ver con el fin del comunismo, prolongada paz de los países confortables y su inevitable contagio a los que no lo son. Lo cierto es que hay mucha y diversa gente implicada en el asunto; desde brillantes filósofos, como André Comte-Sponville que ha llegado a escribir un libro titulado La felicidad desespe radamente , hasta los que prometen éxito y liderazgo instantáneo sobre todo en billetes. Sin olvidar una autoayuda academizada que llaman la psicología positiva, la explotación conductual barata de la neurociencia, los santurrones laicos como Coelho, los meditadores de oficio para ser paradójico, cierta melosidad del Facebook, la publicidad de siempre que nos hace felices con un buen dentífrico, etc.Por supuesto que como toda tenden cia expandida, esta llega hasta la política. Por allí hay gente presuntamente seria que hace estudios estadísticos y hasta campeonatos de los países más felices del orbe, que dan los resultados más disímiles y desconcertantes. Hasta la ONU ha andado en esas indagaciones ociosas. Y nosotros tenemos un viceminesterio para la suprema felicidad social del pueblo, título bolivariano y orwelliano, del que nadie ha tenido nunca la menor información de qué hace para cumplir tan sublime tarea.Por supuesto que como todo fenómeno de mentali dades, implica sofisticados análisis que no estamos en condición de hacer, felizmente. Lo hemos traído a colación, posiblemente por los cabellos, para indicar que nuestras actuales vidas de venezolanos aplastados por la desgracia y el despotismo transcurren junto a esos estímulos hacia la alegría sostenida ¿felicidad? que, sin lugar a dudas, la hacen más siniestras.Feliz, lo que se llama feliz, debe haber muy pocos ciu dadanos en este demolido país. Hasta los ricos, de ayer y de hoy, los que no se han ido, al menos, deben andar continuamente asustados por asaltantes y...

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