La muralla china de Chacaíto

Ya algunos han decretado el inminente final del régimen chavista. Hasta se habla de las salidas de emergencia para los más comprometidos y prominentes implicados en los delitos mayo res, seguramente inmensos, de estos casi cuatro lustros de desenfrenada corruptela. En lo sustancial estoy de acuerdo, lo que pasa es que es difícil atinar con el tiempo que queda, ya se ha demostrado empíricamente que hasta el reloj del Señor es bastante caprichoso. Y al menos es harto probable que lo que hoy lunes santo escribo, por razones laborales del diario, salga el domingo de resurrección bajo el mismo signo.Pero sí la cada vez más generalizada y activa condena internacional mezclada, sobre todo, a la conquista esta vez incesante de la calle por las masas opositoras, conducidas por un liderazgo esta vez atinado y valiente, y que han perdido el miedo a militares y paramilitares porque sus dolencias cada vez mayores y sus ansias de dignidad y libertad ya se niegan a respetar límites aun gases, perdigones o balas. Que Maduro haya comenzado a ceder con una promesa de elecciones regionales ha debido corroborar esa sensación de metástasis irreversible. Pero, repito, vale la pena practicar una vez más eso que Descartes llamaba circunspección, valga decir, retener el juicio hasta tener suficientes elementos de convicción, al menos en lo tocante a las modalidades clínicas y a la hora y fecha del deceso.Quiero más bien referirme en estas líneas a algo que no deja de ser curioso y emblemático de este capítulo postrero. No digo que sea el fondo del asunto pero sí su más estridente apariencia. Las enormes y pujantes marchas de la oposición han terminado violentamente, bajo las lacrimógenas y los disparos, porque el alcalde Rodríguez, o quien lo manda, decidió que la oposición no puede marchar en Caracas y si lo intenta debe recibir castigo. Como hemos dicho alguna vez, no se puede invocar una sola razón para ello por torcida que sea. Ni es un gran peligro bélico que la gente se aposente en la avenida Bolívar o vaya a tirarle trompetillas al Inhabilitador o al musculoso defensor del pueblo. En el pasado cosas parecidas sucedían periódicamente. Pero la sinrazón es muy elocuente y digna de tener en cuenta...

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