PSUV: ?partido hegemonico o partido unico?

AutorJesús, Azcargorta
CargoReport

La vida y desempeño del sistema de partidos (3) como ensamble funcional de una democracia representativa en Venezuela ha sido especialmente conflictivo en los últimos años. En honor a la empiria y tomando en cuenta los resultados electorales simplemente, el sistema ha pasado de un pluripartidismo moderado (1959-73), a uno bipartidista (1973-1989), que luego de la reforma electoral de 1988 e inicio de la descentralización vuelve a ser multipartidista por un período (1989-1999), A partir de esta fecha y con la sanción de un nuevo texto constitucional se da un gran viraje a la política de partidos, entre otras cosas porque el desgaste del modelo y del sistema de partidos conformado desde el retorno a la democracia, nunca se reformó sustancialmente. Además, el nuevo régimen político contemplado en la constitución del 99 no especifica la dotación de fondos públicos para estas instituciones, ni remite con la especificidad necesaria hacia normas que precisen la posibilidad de obtención de fondos privados para los partidos u organizaciones políticas. El sistema de partidos, sostenido antiguamente con fondos públicos, pasa a partir de estas nuevas regulaciones y en razón de su propia debilidad a una etapa de hibernación.

Por otra parte, luego de la "muerte anunciada" (Penfold, 2001) del antiguo si stema de partidos y la vuelta a un liderazgo mesiánico y di recto que sustituyó la funcionalidad de estas instituciones como intermediarios políticos, el sistema electoral y la conformación de elecciones ha sufrido algunas modificaciones importantes orientadas a favorecer directamente y deliberadamente a la mayor de la minorías. Un ejemplo claro en apoyo a csta aseveración: la utilización de las así llamadas "morochas", táctica electoral que reconocidamente fomenta la duplicación de escaños alcanzados en relación a los votos reales obtenidos (4)

Pero hay más elementos interesantes. Otro aditamento que coloca al sistema político frente a un clima adverso a la pluralidad ideológica que los partidos políticos representan, es la captura institucional ejercida, progresivamente, desde el ejecutivo hacia todo el entramado funcional del gobierno. Discutiblemente, se puede argumentar que lenta pero seguramente Venezuela ha pasado de ser un país con controles parlamentarios importantes en su modelo constitucional, a uno con claros síntomas de híper presidencialismo. Tal condición se agrava ostensiblemente, exacerbando este sintoma de captura después del 2005, cuando el sector oficial logra la totalidad de los escaños en la Asamblea Nacional. Aquí la transición llega a una etapa aun mas acentuada del híper presidencialismo, alcanzando a ser una democracia delegativa en los términos planteados por O'Donnell. Esta captura institucional, entre otras maniobras político sistémicas, ha desbalanceado el contrapeso posible de los demás poderes sobre el ejecutivo, y en concreto sobre la figura presidencial, dejando muy en duda la posibilidad de una contabilidad horizontal (O Donnell, 1998) entre ellos.

EL ENTORNO POLÍTICO DESDE 1992

Se puede considerar que dada la inestabilidad política que signó la vida democrática del país desde comienzo de la década de los 90 con dos intentos militares de golpe de Estado, una crisis financiera de considerables proporciones y un presidente defenestrado en razón de una acusación de malversación de fondos públicos, todo presagiaba un percance serio a menos que se produjese alguna proposición prudente de reforma que, infortunadamente, nunca llegó (5). Un síntoma político de la debilidad de todo el sistema institucional fue cierto retroceso en la "calidad" de las agrupaciones que en algún momento representaron ser grupos de ideología e intermediación política.

Los partidos políticos dejaron de ser centros de educación y canalización de las inquietudes políticas de los diversos grupos sociales, para convertirse bien en agencias de lobby de intereses específicos o bien, coágulos masivos sin identidad especifica que servían de plataforma electoral a algún aspirante político. La corporativización del Estado se acentuó en los últimos años de la así llamada "cuarta republica" con grupos de poder claramente asociados a los distintos partidos.

Así, hacia finales de la década de los 90 y comienzo de siglo XXI, la constante aparición y desaparición de diversas organizaciones políticas, amen de un regreso a la dependencia de los liderazgos individuales y personalistas,mas un nuevo diseño constitucional que atenta contra la figura de los partidos políticos y promueve la polarización política, todo se sumó para contribuir a generar en el país un ambienle poco propicio para la institucionalización de verdaderos partidos políticos. El resultado funcional ha sido la formación de un multipartidismo inestable y desinstitucionalizado en el país a partir de 1999 (Kornblith, 2004). Esta dificultad para formar partidos políticos que aquí razonamos, se puede apreciar por ejemplo, en el incremento de movimientos anclados a figuras y propuestas políticas de corte personalista y centralista, y también en el protagonismo que han cobrado los actores que representan la anti-política: los ciudadanos sin partido (Maingón, 2006).

Tal ha sido, aunque de forma discutible, el devenir que ha hecho viable una autocracia competitiva (Corrales, 2006), fuertemente asociada a elementos populistas que, en promoción e liderazgos directos, obvían la institucionalidad a favor de mecanismos que los acerquen al "pueblo" (Hernández/Hurtado, 2007). En correspondencia con los principales rasgos de la "autocracia competitiva", este sistema produce comicios quc fungen como un excelente mecanismo para dotar de "barniz democrático" al gobierno que se encuentra instaurado en el poder, mostrando la existencia de distintos partidos y fuerzas de oposición, a la manera de un sistema de partidos verdaderamente democrático.

Para seguir con el tema hay que sopesar también, que la desinstitucionalización del sistema de partidos en Venezuela se encuentra fuertemente asociada al crecimiento de una actitud ciudadana "negativa" hacia los partidos, lo cual tomó cierto tiempo de maduración y se transformó posteriormente en un obstáculo más para la construcción de partidos políticos estables y la consolidación de un régimen democrático en el país (6) (Molina, 2001). Los juicios populistas de los actores populistas que emergieron a finales del siglo XX en el país se afianzaron en esta percepción, pero sólo para buscar el poder por el mismo, sin instituciones que supieran canalizar las inquietudes de la ciudadanía. En este sentido, incluso para la autocracia competitiva, la necesidad de un partido probará ser ineludible.

ONTOLOGÍA DEL PARTIDO HEGEMÓNICO

Se puede argumentar que el partido hegemónico tiene un punto de partida funcional en el planteamiento teórico de Carl Schmitt de "amigo-enemigo". Es un sistema en donde "enemigo es sólo un conjunto de hombres que combate, al menos virtualmente, o sea, sobre una posibilidad real, y que se contrapone a otro agrupamiento humano del mismo genero" (Schmitt, 2001, p. 179). La Política, así descrita, es diferente y con más tendencia a la polarización que La economía, donde se tienen competidores con cierto grado de horizontalidad ante un terreno neutro que sería, por ejemplo, el mercado.

En el escenario hobbesiano que plantea Schmitt para la política, donde existe la probabilidad de una bellum Omnia (guerra total) y donde se habla de la posibilidad de una generalidad en lucha (kämpfende Gesamtheit), la distinción del otro define la esencia del uno. Se desprende de esto que para el partido hegemónico la presencia del "otro" o en su defecto, de los "otros", es vital por cuanto si no, degeneraria su estructura hacia un sistema de partido único que daría al trasto con la posibilidad, aunque sea nominal, de ser calificado con el término "democracia". En esta perspectiva, el enemigo es el hostis y no el inimicus en cuanto a que la diferencia se desglosa de una divergencia de principios sobre el manejo de lo público, no en una aversión personal. La diferencia la acota Schmitt con relación a ser polémios (relativo a la guerra) no exthrós (odioso) (Schmitt 1996, p.28-29). El partido hegemónico no odia a sus congéneres. Se separa de ellos por razón de ser, pero los precisa.

De hecho, el partido hegemónico necesita de la presencia del otro tanto como requiere asegurar su dominio perpetuo. Son estas dos razones ontológicas de peso que lo definen. Juega pero no arriesga, y controla ta neutralidad del juego hacia su favor. En este sentido, el planteamiento de Sartori (1999) que es uno de los más concretos al respecto, pues...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR