El regreso solidaridad entre niñas

La primera parte la acapara Daniela González, que pierde su cabello y no precisamente por culpa de un robapelo zuliano. En la segunda se crece Sofía Espinoza, que ha escondido su melena femenina para camuflarse entre una miseria que deja los sueños rotos.Ninguna de las dos tenía más de 11 años de edad durante el rodaje en 2011, y ambas son las revelaciones de una película zuliana que se sitúa lo más lejos que se pueda concebir de las grandilocuentes biografías de próceres tan de moda en estos días.El regreso , de la directora maracucha y debutante Patricia Ortega, tiene el lenguaje directo y sencillo del mejor cine iraní y sus imágenes esconden de todo un poco: solidaridad infantil, sutil pero militante feminismo, cautivador documento étnico wayuu de los pueblos originarios, el más grande e indómito de Venezuela y denuncia de una masacre real perpetrada en el lado colombiano de la Guajira la frontera, en realidad, solo existe en los mapa de los alijuna o forasteros en abril de 2004.Shüliwala González, una niña wayuu de 10 años de edad, juega con una muñeca de barro en medio de su universo amarillo de arena, sol, viento y agua salobre. Le sorprende la menstruación y, como ordena una tradición desalmada a los ojos de la pedagogía occidental, de inmediato se le alista para la vida de mujer: su cabello será cortado y se le separará de su ropa y objetos infantiles. Prácticamente en el mismo instante, Shüliwala presencia cómo su clan familiar es vejado y masacrado, y deambula hasta Maracaibo, donde conoce a Bárbara Espinoza, chiquilla de la calle que comercia con su propio cuerpo y con frascos de pega de zapatero para engañar al hambre.Golpear a las mujeres. En un informe elaborado por la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación de Colombia...

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