El retablo de los absurdos

Quise alejarme unos días de este territorio cada vez menos parecido a un país y más próximo a un caprichoso escenario de extravagancias, en el cual percibimos muñecos que gesticulan y tratan de dar parte de sus improvisaciones, pero sin que podamos descubrir quién mueve los hilos que los animan; y viajé, entonces, a París este particularmente nublado y húmedo otoño. El frío y la lluvia no impidieron que admiráramos la extraordinaria retrospectiva de George Braque, precursor del cubismo junto con Pablo Picasso y Juan Gris que, a propósito de cumplirse 50 años de su desaparición física, se exhibe en el Grand Palais; una exposición monumental, tal como estilan los galos con los grandes artistas y las efemérides imperdibles y que, por tanto, no debería ser motivo de asombro.Lo que sí resultó una sorpresa fue descubrir en el recinto dedicado a la serie billares, desarrollada en la década de 1940 por el pintor y escultor homenajeado, lo que algunos críticos consideran, por su fuerza y dimensiones, el canto de cisne de ese conjunto: Le billard 1948, obra adquirida por el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas cuando éste estuvo bajo la dirección de Sofía Ímber, su fundadora. En la leyenda que la acompaña no se explica cómo fue a parar a la colección caraqueña, pero sí puede leerse lo que pareciera ser el encabezado de un comunicado oficial o de un título de propiedad: República Bolivariana de Venezuela/ Ministerio del Poder Popular para la Cultura/ Fundación Museos Nacionales/ Museo de Arte Contemporáneo de Caracas; de este modo, el prestamista se saltó a la torera una de las gestiones de cara a la modernidad más trascendentes en la historia cultural de nuestro país. Ese olímpico desconocimiento es aún más patente en la página web de los museos y galerías nacionales www.fmn.gob.ve en la cual ni siquiera se hace mención de la intransigente periodista cuyo tesón y dedicación, a lo largo de casi 30 años, hicieron posible la creación de la institución museística dedicada al arte contemporáneo de mayor rango en América Latina.En el Grand Palais pensé en Manuel Espinoza, a quien conocí por intermedio de Jacobo Borges hace ya mucho tiempo.Me hubiera gustado recordarlo como pintor de mérito y entusiasta animador cultural y no como el funcionario que, por órdenes de Chávez, el 23 de enero de 2001 como para remarcar el desprecio del proceso en ciernes por la democracia oficializó la destitución de Sofía Ímber al cargo de directora del museo que, para...

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