La rutinizacion de la indiferencia etica y el aplanamiento de los valores en la Argentina actual.

AutorMeabe, Joaqu

Resumen

El presente trabajo examina el círculo vicioso de la ética material en la Argentina contemporánea y sus peligrosas consecuencias. La cuestión se examina en el detalle de su agenda como problema filosófico. Se analiza de modo muy particular la atención en semejante derrotero y la consecuente reformulación de la agenda ética argentina que queda históricamente acotada. Todo este andamiaje es examinado críticamente para deslindar toda la agobiante heurística de cuestiones previas que nunca se formulan de manera definitiva. La crítica pone de manifiesto la insolvencia y la petición de principio de esa agenda ética que desdibuja completamente la vida social.

Palabras clave: Indiferencia ética - contexto histórico - valores morales - vida social.

ETHICAL INDIFFERENCE ROUTINE AND SMOOTHING MORAL IN CONTEMPORARy ARGENTINE

Abstract

The present work examines the vicious circle in the presents of Argentine material ethics and his dangerous outcome. The question is examined and the detail of its agenda as a philosophic problem. It is particularly analyzed the attention in similar course and the consequent reformulation the ethic Argentine agenda which remains limited to the historic context. This entire framework is examined critically to mark out all the tiresome heuristic from previous questions that are never expressed in a definitive way. Criticism points out the insolvency and the petition of principle of that ethical agenda which completely blurs the social life.

Key words: Ethical indifference--historical context--moral values --social life.

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La moralidad práctica o, mejor aun, el estándar ético material, en la Argentina contemporánea (si es que se nos permite hablar en esos términos) se asemeja a un barco a la deriva cuyo destino interesa menos que el derrotero circunstancial que permite, en todo caso, evitar las tormentas que provocan el naufragio social. Puede también decirse que en la Argentina actual, en conjunto y como agregado social interactivo o sociedad global, lo que se insinúa o lo que cualquier observador más o menos atento percibe, en orden a la moralidad práctica, es una generalizada desorientación como ocurre cuando se ha perdido el objetivo (1). No se trata, por cierto, de una desorientación completa o absoluta o una total carencia de objetivos. Mas bien lo que se percibe es una relativización que desconecta a los individuos de cualquier programa común, dando lugar a una suerte de desplazamiento de la moralidad práctica hacia lo particular, ocasional y contingente (2).

Algunos seguramente no van a aceptar semejante labilidad en la caracterización de sus comportamientos; aunque, de momento, tampoco parece que el conjunto de esas determinaciones --de las que tampoco tenemos la suficiente evidencia de sus extensiones e impactos posibles (3)--, alcancen realmente a modificar el cuadro general de relativización en el que se inscriben los tratos sociales vinculados con la moralidad práctica en la Argentina actual.

Se sigue entonces, de todo esto, que, haya o no objetivos que sirvan para orientar nuestra moralidad práctica, su reconocimiento o su atención parecen estar fuera de agenda.

En consecuencia, respecto a la moralidad práctica la controversia misma, acerca de si se ha perdido o no el objetivo, ya no importaría (o no importaría demasiado, lo que es prácticamente lo mismo), porque las urgencias se impondrían y la prisa no dejaría margen para detenerse a considerar pautas de comportamiento que se apoyen en estándares, programas o fórmulas estrictas o en eventuales exigencias absolutas derivadas de decálogos religiosos como los diez mandamientos o de plataformas seculares como las declaraciones de derechos del hombre y del ciudadano. De este modo las rutinas de las prácticas de oportunidad se transmiten a las acciones y su repetición regulariza las pautas de adaptación a los estados o posiciones establecidas, frente a las cuales, por otra parte, se considera inoportuno el juicio estricto o absoluto sobre lo apropiado o inapropiado del comportamiento, fuera de las circunstancias que se invocan como motivos particulares, impuestos por la necesidad, la conveniencia o la conformidad que genera el mismo sujeto y que no va más allá de si mismo.

Esta notable rutinización de lo particular y ocasional en el comportamiento moral se interioriza como valor positivo produciendo al mismo tiempo un decidido aplanamiento general de todas las escalas de valores y una generaliza indiferencia ética para todo lo que excede al marco de oportunidades circunstanciales que afectan al propio sujeto antes que a sus creencias o a sus adscripciones.

La regularidad de lo relativo, al uniformarse como pauta interiorizada, torna irregular o revocable cualquier estándar; y la subsecuente reproducción continuada forma un curioso hábito, orientado a revocar y disolver cualquier patrón de moralidad práctica asociado a las creencias institucionalizadas, sea cual fuere la extensión o el reconocimiento que esas mismas creencias presentan en el imaginario social. El fenómeno tiende a desenvolverse con una completa independencia de los sujetos que detentan la potestad para establecer la canónica de las creencias relegando su autoridad a una función puramente declarativa en un marco de irreverencia generalizada.

Seguramente a este tremendo fenómeno de la vida social argentina, que en parte no es nuevo y que, al parecer ha venido edificándose con persistencia a lo largo del siglo XX, nadie lo ha caracterizado mejor que Enrique Santos Discépolo en su famoso tango Cambalache (4). El autor no niega que el mundo fue y será una porquería, pero es en este siglo XX donde advierte que

Vivimos revolcaos en un merengue Y en el mismo lodo Todos manoseaos Hoy resulta que es lo mismo Ser derecho que traidor! ... Ignorante, sabio o chorro, Generoso o estafador ¡Todo es igual! ¡Nada es mejor! ¡Lo mismo un burro que un gran profesor! No hay aplazaos Ni escalafón, Los inmorales Nos han igualao. Si uno vive en la impostura Y otro roba en su ambición ¡da lo mismo que si es cura colchonero, rey de bastos, caradura o polizón! Cualquiera puede alegar que esto es universal, pero hay más de un dato que indica que este es nuestro siglo veinte como lo son Carnera y San Martín Y lo que sigue es ya peculiar e idiosincrásicamente argentino porque solo entre nosotros puede decirse que: Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclao la vida, y herida por un sable sin remaches ves llorar la Biblia contra un calefón El horizonte de aplanamiento ético concluye con una intensidad en los últimos versos que marcan la impronta de la indiferencia moral donde: El que no llora no mama Y el que no mama es un gil! El dictamen consumado es así una directiva estrictamente referida a la moralidad práctica, tal como esta se presenta con un incuestionable aplanamiento que autor describe con una cruel y dolorosa ironía cuando finalmente dice: !Dale nomás! ¡Dale que va! ¡Que allá en el horno nos vamo a encontrar! ¡No pienses más, sentate a un lao, que a nadie importa si naciste honrao! Es lo mismo el que labura noche y día como un buey, que el que vive de los otros, que el que mata, que el que cura o esta fuera de la ley ... La cabal compresión de este enmarañado y notable proceso de adaptación y redireccionamiento social de la moralidad práctica requiere, para una correcta apreciación de los hechos, un acotado dispositivo teórico que las disciplinas que se ocupan de la ética como discurso filosófico no han desarrollado (5) y que, sin embargo, se ha mostrado muy fecundo en ámbitos colindantes como el de las ciencias sociales y la teoría política, en particular durante los primeros dos tercios del siglo XX y antes de que el formalismo, el empirismo abstracto y las simplificaciones en torno a los nuevo conflictos de un orden internacional unipolar desplazara el debate hacia cuestiones tan ambiguas e inconsistentes como el sofístico problema del fin de la historia y la superficial fraseología del choque de civilizaciones.

De aquella fecunda etapa, de intensa controversia en el plano de la filosofía social, precisamente procede la noción de rutinización, que Max Weber aplica al examen del carisma y que a nosotros se nos ofrece como un excelente instrumento conceptual (6) de cara al enfoque teórico indispensable para un completo acotamiento de los hechos que torne inteligible su función y, al mismo tiempo, sirva para su necesario pronóstico crítico.

Ahora bien, para algunos, como por ejemplo W. Mommsen, los ideales normativos de la ética que aquí estamos considerando en relación con el rango de los valores en la ética material así como en los estándares de la moral interactiva y su eventual aplanamiento concreto en el caso de la Argentina actual, solo alcanzarían, en el pensamiento de Weber, una posición vinculante a causa de las determinaciones personales, lo que dejaría sujeto el dispositivo moral a las nudas creencias de los individuos en un contexto vacío por la inexistencia de jerarquías, estándares o escalas (7).

Sin embargo, la simplificación que implica este punto de vista, directamente pasa por alto el programa weberiano, marcado por una estricta objetividad científica tal como se expone, no sin prevención, en su famoso y detallado artículo Die > sozialwissenschaftlicher und sozialpolitischer Erkenntnis (8) al tiempo que, también, desatiende lo el gran sociólogo sostiene y acota en su complementario artículo acerca Der Sinn der > del soziologischen und ökonomischen Wissenschaftsen, en el que se demarca el alcance con el que cabe tratar a los valores de cara a esos mismos estándares.

Desde ya, sea cual fuere la interpretación sociológica, lo cierto es que la clave de cualquier implicancia social, en orden a la ética y a sus posibles estandarizaciones, se localiza en la diferencia entre comprobación empírica y valoración práctica, de lo que, para Weber, solo se sigue, en sentido estricto, una imposibilidad de fundamentación...

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