Si Shakespeare viviera hoy, escribiría para HBO

Un proyector que, a través de nubes de humo de tabaco, muestra toda una vida en fotos y pone al descubierto el alma de un personaje. Fundidos a negro que dejan sin aliento al espectador. Asesinatos entre mafiosos en una noche lluviosa a la luz de los faros de un coche. El ojo de un osito de peluche flotando en una piscina. Las series de televisión, o al menos algunas de ellas, piden paso con fuerza en el mundo del arte. Si ya está popularmente aceptado que el cine es el séptimo arte, ¿son series como Los Soprano, The Wire, Mad Men o Twin Peaks parte de una octava y nueva categoría? El altísimo nivel de las series que optaban al Premio Emmy como Mejor Drama de este año deja a la vista el momento dorado que vive la ficción televisiva. Mientras a las salas de cine les cuesta atraer a un público saturado de secuelas, precuelas, superhéroes y remakes, las series conectan cada vez con más espectadores. Actores, directores y produc tores encuentran en la televisión las mejores historias y personajes. Ya en 1955 el director Alfred Hitchcock se dio cuenta de las posibilidades que ofrecía el formato y creó Alfred Hitchcock Presenta para suministrar a los espectadores pequeñas píldoras de 25 minutos de suspense y misterio, algunas de las cuales están a la altura de sus mejores filmes. Ahora, Steven Spielberg y Tom Hanks están detrás de varios proyectos y en la televisión renacen grandes nombres de la historia del cine, como Maggie Smith, Jessica Lange o Anjelica Huston. Uno de los atractivos de las series para guionistas e intérpretes es la posibilidad de tener más tiempo para desarrollar una historia y un personaje. Cada capítulo de The Wi re o Homeland son pequeñas películas que, a la vez, forman parte de un todo mucho más complejo. Pero, además, el formato ofrece otras posibilidades de expresión artística que no son tan comunes en la gran pantalla. El grado de experimentación en la televisión es elevado, aunque casi siempre los hallazgos provengan del cine. Lo que han hecho las series es normalizarlos. Breaking Bad nos ha acostumbrado a la mirada de la máquina. La estética de cámara de seguridad y de cámara al hombro fue el signo de identidad de The Wire. Son sólo algunos de los ejem plos que pone Jorge Carrión, autor del ensayo Teleshakes peare Errata Naturae, que destaca Mad Men como ejemplo de perfección estilística en el campo televisivo: Cada plano es una fotografía de Capa, un cuadro de Hopper, un plano de Hitchcock o de Kubrick. Sin embargo...

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