Socialismo y Utopia.

AutorBelandria, Margarita
CargoReport

SOCIALISM AND UTOPIA

  1. El concepto de utopía

    El concepto de utopía se forma a principios del siglo XVI con la obra de Tomás Moro titulada De optimo republicae statu deque nova insula Utopia, publicada en 1516 y conocida desde entonces con el solo nombre de Utopía. La palabra misma, utopía, creación del autor por derivación del griego [TEXTO IRREPRODUCIBLE EN ASCII] (no)-[TEXTO IRREPRODUCIBLE EN ASCII] (lugar), significaría lo que no se encuentra en ningún lugar (1). Posteriormente ha sido aplicado el nombre de utopía a otras tentativas análogas, consideradas siempre como de difícil o imposible realización, incluyendo también las anteriores, como la planteada en la República de Platón que vendría a ser la precursora e inspiradora de todas las utopías conocidas en la actualidad.

    La calificación de un proyecto social como utópico implica su mayor o menor semejanza con el concepto acuñado por Moro, y ha de contener los caracteres que definieron el concepto original. La Utopía de Moro es no solamente una construcción literaria, sino también una crítica de la sociedad de su tiempo (2). En esta obra describe Moro una sociedad donde estarían superadas las causas de sus propios males, siendo dichas causas la ausencia de racionalidad en el gobierno y el reparto injusto de los bienes producidos precisamente por quienes menos disfrutaban de ellos. Posteriormente, en 1623, es publicada La Ciudad del Sol, de Tomás Campanella, una nueva fantasía utópica que sigue el mismo patrón de la Utopía de Moro, esto es, una ciudad imaginaria donde gracias a una sabia administración de la sociedad han desaparecido los males sociales como consecuencia de la supresión de sus causas. Más tarde, en 1626, aparece La Nueva Atlántida, una utopía científica escrita por el filósofo inglés Francis Bacon. En esta obra inconclusa se refiere Bacon a los aspectos de la organización de la ciencia, la investigación que se realizaría en ella y la profecía de nuevos inventos (3).

    Más que construcciones puramente literarias estas utopías del Renacimiento constituyen una crítica a la sociedad de su tiempo. Los vicios, los crímenes, la explotación económica de unos hombres por otros no son consecuencia obligada de la naturaleza humana, sino más bien una arbitraria y accidental violación de esa naturaleza. Que el hombre en la Tierra puede ser feliz gracias a una sabia disposición de la organización social, que es el primer fundamento de la condición humana. Toda utopía supone así una primacía de lo colectivo sobre lo individual, supone que el individuo es feliz solamente en el marco de una posible felicidad colectiva.

    El carácter más definitorio y principal de una utopía es la necesidad de ofrecer un modelo alternativo de sociedad frente a otra que se sostiene sobre males sociales existentes. Por ello las preguntas fundamentales de la utopía vienen a ser cuál es el origen de los males sociales y cuál o cuáles son los remedios para ellos. Estos males sociales, la pobreza, el delito, entre otro largo catálogo de males, tienen a su vez un mal como fundamento: la desigualdad entre los hombres, desigualdad que hace que existan muchas personas sumamente pobres frente a un reducido número de personas extremadamente ricas. De allí que la conducción de la sociedad que proponen las utopías debe recaer en una persona o grupo social especialmente preparado para el ejercicio del gobierno. Al frente debe encontrarse un gobernante sabio, preparado moral y científicamente (4).

  2. Las utopías del Renacimiento

    El período histórico conocido como Renacimiento expresa una nueva fe en las posibilidades del hombre y una nueva visión de sus relaciones con la divinidad, que se manifiestan como un retorno a los valores redescubiertos de la antigüedad clásica. Ese redescubrimiento llevará a una revaloración del pensamiento y de la literatura y las artes plásticas de la antigüedad. En el pensamiento griego clásico se encuentra la fuente de un nuevo racionalismo, de una nueva confianza en las posibilidades de la razón humana que habían sido colocadas en un segundo lugar por las concepciones escolásticas de la llamada Edad Media. De allí que la frecuente crítica a la Utopía, referida a la ausencia de fundamentación científica, carezca de sentido: la Utopía fue tan científica como podía serlo según la ciencia de su época. Tal es la constatación de Eugenio Imaz en su obra Topía y Utopía, estudio introductorio al libro Utopías del Renacimiento, donde se contienen las utopías de Moro, Campanella y Bacon.

    En la Utopía de Tomás Moro se describe una ciudad imaginaria regida de la manera más sabiamente posible, donde sus habitantes, voluntariamente obedientes a las leyes, vivirían en perfecta armonía y felicidad. El antecedente de este diseño social se halla en la filosofía de Platón, donde encontrará Moro no sólo la inspiración y el instrumento racional, sino el ejemplo y modelo de una sociedad planificada desde sus cimientos por un principio de racionalidad, si bien en la obra de Platón no aparece la eliminación de la propiedad privada como un requisito necesario para la construcción de la ciudad perfecta. La eliminación de la propiedad privada constituye una novedad dentro de la obra de Moro, por lo cual puede vérsele como el precursor de muchas teorías socialistas más recientes. El papel determinante de la filosofía y de la ciencia en la planificación social hace destacar precisamente el momento histórico en que aparece la obra. Allí la ciencia --la sabiduría--, por un manejo de la administración política y las técnicas productivas de alimentos y demás bienes y de los instrumentos necesarios para ello, así como por la aplicación de medidas higiénicas pertinentes, habría logrado desterrar la pobreza y la riqueza particulares y las enfermedades corporales y morales atribuibles a ellas. El reparto de los bienes, todos de propiedad colectiva, se haría de acuerdo a las necesidades de cada quien. Pese a ello, la ciudad descrita no sería una sociedad rigurosamente igualitaria, pues se cimentaría en una organización estratificada y jerarquizada según los méritos y las obligaciones respectivas de sus miembros. Los méritos, por su parte, se encontrarían en un orden jerárquico donde el lugar superior lo ocuparía la sabiduría.

    Aunque la obra de Moro es sin ninguna duda una obra de ficción, ella contiene una tesis positiva acerca de la manera como se deben organizar los asuntos humanos. Esta tesis positiva inspiró a autores posteriores para que en su momento, en condiciones sociales e históricas distintas, escribieran, también en forma de narración fantástica unos, otros en forma de tratado doctrinario, distintas proposiciones de transformación de la sociedad. Estas nuevas proposiciones, que muestran claramente su vinculación espiritual con la obra de Moro, pretenden también eliminar de raíz los males sociales y remediar las injusticias.

    Después de la Utopía de Moro, ciento siete años más tarde, Tomasso Campanella publica su obra La Imaginaria Ciudad del Sol. Al igual que Moro, Campanella expone en esta obra su visión de una sociedad organizada de acuerdo con criterios racionales para resolver los males que acometen a las sociedades desarrolladas sin ninguna planificación, las cuales viven una situación de desigualdad y consecuentemente de infelicidad. Pero mientras la obra de Moro se ubica en los inicios del Renacimiento donde la visión humanística característica está más vinculada al redescubrimiento del pensamiento antiguo y la ciencia, no sobrepasa todavía en mucho a los conocimientos filosóficos elaborados anteriormente, ya, en cambio, en la obra de Campanella se observan los avances del nuevo pensamiento científico impulsado por Copérnico y Galileo. Se nota entonces en la obra de Campanella un mayor acento en la planificación científica de la sociedad y en hacer depender de una educación igualmente científica la vida cotidiana de su Ciudad del Sol, pero en ningún modo reñida con la religión cristiana, a la cual considera como la más verdadera (5). En esta nueva obra están presentes de manera explícita las influencias de Platón y Moro. La Ciudad del sol muestra todavía más imitación de la República platónica que la Utopía de Moro. Las normas que Platón quiere aplicar a la vida de los guardianes de su ciudad ideal, Campanella las hace extensivas a todos los habitantes de la Ciudad del Sol. Toda la administración de la ciudad se rige por criterios científicos dentro de los parámetros de la época de Campanella, que considera a la filosofía como ciencia máxima y dentro de la filosofía a la metafísica como máxima disciplina. Por ello el supremo gobernante de la ciudad es un filósofo, más precisamente un metafísico, como corresponde a una obra inspirada por Platón, para hacer válida la sentencia de éste de que los hombres sólo serán felices cuando gobiernen los filósofos. La búsqueda de racionalidad en las sociedades humanas es también la búsqueda de la eliminación de los grandes males que hacen imposible la existencia de la ciudad sana. Buscar la ciudad sana supone así la liquidación de la ciudad enferma, la ciudad aquejada de males. Para ello es necesario localizar y eliminar la causa de esos males, la cual no es otra, tal como lo ha dicho antes Tomas Moro, que la propiedad privada. No solo es causa del desequilibrio entre ricos y pobres, de manera que los ricos lo son en demasía, y por ello son también despilfarradores, mientras los pobres son pobres en exceso, sino que es causa también de la condición de corrupción moral de la sociedad.

    Al desaparecer la propiedad privada aparece la propiedad común. Lo primero que aparece como común son las obligaciones para el trabajo, pues todos los ciudadanos deben trabajar. Pero también es común el fruto del trabajo, el cual se reparte entre todos. Pues la Ciudad del Sol es una sociedad de trabajadores donde nadie puede disfrutar de nada de lo que pueda privarse a los demás, incluido el ocio, el cual se reparte también equitativamente. Por ser una...

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