Tres tipos y un Cavalier

--La shalma, la shalma. Dónde está la shalma.La primera llamada llega alre dedor del mediodía. Viene a interrumpir una conversación con mi esposo, a quien he preguntado qué significa ese verso de Simón Díaz, de la canción El alcaraván, que dice: Que fuiste tú, que yo, que no, que si tú.... Y me lo está explicando: en el llano hay la creencia de que cuando un alcaraván se acerca a un grupo de gente y canta es porque hay entre ellos una mujer embarazada. Las jóvenes solteras se alertan porque si el ave echa a cantar, será porque el beso del morichal ha sido más que eso y de seguro alguna estará preñada. Entonces la dan en señalarse unas a otras.En este punto suena el teléfono.Para ese momento ya he recibido varios mensajes de texto que se dividen en tres grupos: 1 propaganda oficialista, a la que no pongo más reparo que su pésima ortografía y el abuso que implica llenar un teléfono de spam; 2 mensajes insultantes, que no me inquietan en lo absoluto: llevo 14 años combatiendo el régimen de Chávez y defendiendo el derecho de los venezolanos de expresarse con libertad. Mi trabajo es público, de manera que cualquiera puede opinar sobre mi oficio y sobre mí sin que esto suponga una violación de la ley. El contenido de este grupo de mensajes es mayoritariamente de orden sexual: se nos atribuye, tanto al candidato de la Mesa de la Unidad Democrática como a mí, una poderosa imantación hacia el pene de los hombres negros tesis permanente del chavismo, apoyada en uno de los tópicos del racismo, que apunta a la supuesta hipersexualidad de las razas de escaso discernimiento; y no falta quien me aluda como vieja lésbica, lo que recibo con la gratitud de quien atisba una dulce deriva cuando mis gracias de Venus ya no encanten a mi amado Marte. Y 3 las amenazas de muerte.Estas amenazas, que sí constitu yen un delito del que no me hago cómplice, empezaron el viernes 15 de marzo, a eso de las 17 horas, cuando me encontraba en Globovisión con mi colega María Elena Lavaud. A una invitación de ella para formular un mensaje a los votantes, de cara al compromiso de abril, dije que no iba a decirles a los adultos lo que tienen que hacer. Confirmé que yo siempre, a todo evento, voto; y pedí, eso sí, a quienes llamen a la abstención que no volvieran a molestarme por mis repetitivos llamados a vo tar. Me estaba dirigiendo a cierta jauría que tengo en nómina, que se dedica a perseguirme e insultarme en cada evento electoral, cuando yo me amarro a la cantilena...

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