La Unión Europea, entre mercado global y crisis del Estado

AutorKatia Castaldo
CargoUniversidad de los Estudios de Nápoles Federico II katiacatal@yahoo.itNápoles, Italia
Páginas292-318

Traducción del original en italiano al español, elaborada por la Dra. Flor Ávila H. de Pulitanó.

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1. Introducción Europa y sus Estados

Los discursos entorno al destino de Europa se relacionan frecuentemente, en la más reciente reflexión filosófico-jurídica, con aquellos referidos a la crisis del Estado y a la hegemonía del mercado global. Una unión europea fuerte, en contraposición de la globalización imperante, esto se quiere sostener y debe poder ponerse como "verdadera y propia unidad política" 1, como forma política en sí misma autónoma y distinta. A los fines que esto pueda ser, se necesita, todavía, ponerse fuera de aquella alternativa dicotómica, ahora 'tradicional' en el debate sobre Europa, por la cual ésta asume o mejor dicho deberá asumir la identidad de un Estado federal, en el cual "los Estados miembros serán reducidos, con sus constituciones, a la dimensión subordinada del llamado «órgano»"2 o simplemente no es, o por lo menos no se da como "auténtica forma política europea".

Y así llamando la atención, se deja vislumbrar el inevitable destino del Estado: o declina, y declinando desaparece, abriendo el espacio de una posible Europa política, o sobrevive y sobreviviendo por esto, sólo decreta el final de cada discurso político sobre Europa. Page 293

Y la declinación está con respecto a la vida no en una relación de exclusión y de negación; tal vez sólo declinando se puede donar nueva vida. De resto, entonces, "cada época, cada civilización (...) tiene sus «otoños» y sus «ocasos». Ellos determinan los asuntos del mundo sin que los unos sean nunca la absoluta negación de los otros" 3.

Pocas líneas éstas, pero que nos ponen de frente a uno de los prius de un posible discurso sobre Europa: El Estado. Europa se da, se quiere sostener sólo por medio y a partir de éstos. Pero en ¿cuál sentido?

Ya el artículo sexto del Tratado sobre la Unión Europea, en el segundo parágrafo, hace referencia a las tradiciones constitucionales comunes de los Estados miembros 4 "en cuanto principios generales del derecho comunitario", mientras, en el tercer parágrafo, vincula a la Unión con el respeto de la "identidad nacional de sus Estados miembros".

Tales previsiones normativas 5 deben ser interpretadas como un claro llamado a los Estados miembros cuales "figuras fundamentales, no sólo en el derecho comunitario, sino también para la misma Unión" 6. La Unión europea no puede ser una posible interpretación, no puede ser pensada sino a partir de éstos en cuanto "sujetos históricos" portadores de tradiciones comunes, o en parte comunes, para ser desarrollados y afirmados en el ámbito de un espacio jurídico común, el espacio europeo que vive de "una historia común, que se mueve de las historias de los Estados nacionales, pero que trasciende a cada una de ellas" 7.

Y todavía, reconstruir el rol desarrollado por la figura estatal en la construcción del ordenamiento jurídico europeo sólo en los términos de una subjetividad histórica, eludiendo por tal vía la cuestión de la subjetividad política, podría seriamente mortificar la real contribución, que es fundacional respecto a tal construcción y que, por esto, va interpretado en los términos de un a priori 8. Confinar los Estados de la Unión al rol de meros contenedores de " un complejo ordenado de normas de principio" si bien ciertamente son expresión de aquella cultura jurídica común "elemento esencial de la identidad y de la Universalidad de Europa" 9 se traduce, además, en un ulterior tentativo de hacer recurso a lo jurídico para colmar un vacío que es esencialmente político, aquel vacío del cual la globalización es manifestación y respecto al cual, en cambio, Europa debería ser una alternativa esperada.

Esta entidad que es Europa, se pierde a sí misma y falla su objetivo, si se interpreta exclusivamente en los términos de una comunidad jurídica y cultural 10. Europa que se autocomprende como una comunidad jurídica de valores 11 muestra su impotencia frente a los riesgos de la globalización Page 294 y su insuficiencia en el hacer frente a la crisis del Estado, porque para la una y la otra, el remedio no puede residir en la política. Si, en efecto, aquello que está "centralmente en juego en la así llamada globalización es propio la posibilidad de éxito de la política como deliberación sobre aquello que debe ser hecho en común" 12, un enfoque crítico de la globalización no puede ahora no incluir "una apertura hacia la creación o recreación de un espacio político y de una forma política" 13.

En su primer discurso histórico frente al Parlamento Europeo, el 14 de noviembre de 2000, Vojislav Kustunica, Presidente de la entonces República Federal de Yugoslavia, afirmaba: "Así como el alba de nuestra época ha coincidido con la invención por parte de Europa de un nuevo foro político, el Estado Nación, con el cual ha superado la crisis del particularismo medieval, en este tiempo postmoderno nuestro. Europa ha inventado una forma superior de organización política, una comunidad transnacional que la ha ayudado a enfrentar los desafíos de la globalización" 14. Al igual que el Estado, pero con nuevos modos y en nuevos tiempos, la alternativa a la globalización hegemónica es la Europa espacio y forma política o mejor espacio de la política. Si, todavía, este espacio político ha de interpretarse como "comunidad transnacional" 15, o mejor dicho deba ser el nuevo sistema político 'Europa' y si el proyecto europeo pueda considerarse, en palabras de Vojislav Kustunica, ya completado o se deba todavía discutir de una 'Europa por venir', son cuestiones que ameritarán todavía nuestra atención.

Sostener la indispensabilidad de un "proyecto Europa" no significa, en efecto, poder sostener la realidad. "La Europa necesaria' no es la deducción trascendental de algo que pueda construir la solución del enigma de la historia en la edad global, ni es un destino que sea la verdad de aquello, presunto, del pasado" 16. Europa, tiene de cierto en sí la posibilidad, al igual que el ave fénix, de renacer de sus propias cenizas, pero para asumir formas y modos ulteriores que no se pongan en una situación de éxtasis forzada respecto al pasado, sino que sepan "recuperar y actualizar una cierta herencia social, política y cultural y la herencia de ciertas formas políticas, que deben ser identificadas y puestas en resalto entre muchas otras" 17. Cuando nos preguntamos, entonces, qué cosa puede ser Europa "hoy en día", no podemos descuidar este patrimonio, del cual esa debe repartir. Re-comenzar ahora si, para despedirse, quizás, de una "vieja Europa" hacia una nueva Europa. La despedida, todavía, no es nunca un acto niquilístico. A veces si se despide, porque solo despidiéndose, se podrá retornar, vivificarse y renovarse. En la despedida, ahora, hay la voluntad de andar, pero también la conciencia del deber regresar 18. Page 295

Y ahora la despedida: el renacimiento del significado político de Europa se viene construyendo sobre las debilidades políticas del Estado, sobre la voluntad de superarle.

Pero también el retorno: "la historia de Europa no está lista para enterrar a los Estados" 19; no está lista porque aquellos mismos Estados pulsan todavía en su interior como "espacios de identidad, de decisiones, de garantías". Hoy, sin embargo, aquellos mismos Estados deben saberse comprender más allá de sí mismos y hacerse conscientes que sólo "la contribución a construir una política más allá de los Estados es el único modo para salvar (.) su identidad y su capacidad de participar en un proceso de legitimación renovado". "Europa son los Estados, los Estados son Europa" 20.

Convendrá, entonces, que nuestra breve reflexión inicie desde aquí sus premisas. La Europa moderna nace como la Europa de los Estados, en la forma del Estado moderno primero y del Estado Nación después. "Es el Estado que ha dado un nuevo ordenamiento espacial a Europa, en el mismo momento en el cual la Europa de los espacios ha reivindicado una propia y permanente dialéctica con la Europa de los Estados" 21. Es por esto que una Unión que se quiere siempre más política, no puede no interrogarse sobre la posibilidad de una política más allá del Estado, desde el momento en que la unidad de la política y la estatualidad han desarrollado la historia de Europa de los últimos trescientos años y de esa ha significado el rasgo constitutivo 22.

No se trata aquí, como es obvio, de "encerrarse en la propia existencia y relativamente estable forma política, el Estado Nación, y defenderla hasta que sea posible, cualquiera sea la evolución histórica que se perfile" 23. No se quiere entonces condividir la postura conservadora de quien piensa seriamente que frente a la "turbulencia global" se pueda contentar de tener bien estrecho cuanto se tiene, contando y no poniendo obviamente en duda que "acquis national" esté todavía en la forma y en los modos que se presumen. Todavía no se puede al opuesto negar una peculiar y revisitada forma de relevancia de la forma política nacional. Si así fuera y si se adhiere a una o a la otra de estas posiciones extremas, a Europa no se podría y no se le debería reconocer algún rol significativo: aplastada entre el Estado-Nación y la economía mundial, Europa sería una "no-entidad".

Y ahora bien, ¿cuál deberá ser la forma de Europa? ¿Cuál Europa, entonces?

Ciertamente, una Europa "por la cual valga la pena empeñarse, contra una Europa que no es otra que víctima de un globalismo hegemónico" 24, Page 296 que sepa reencontrar en su patrimonio político e intelectual, "aquellos elementos que se prestan a crear un mundo basado sobre la libertad personal, política y sobre el reconocimiento de los derechos de los otros" 25.

Y aquí se abre preliminarmente una cuestión que por breves líneas deberá guiar nuestra...

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