Una ventana de 140 años

U n informe anual del ministerio al que entonces estaba adscrito recoge a finales del siglo XIX cartas que Adolfo Ernst dirigía al presidente de turno, Antonio Guzmán Blanco, solicitando recursos para abrir una ventana en una pared del espacio hermético que se había asignado al naciente museo que el sabio alemán trataba de organizar. Ernst explica en sus misivas la necesidad urgente de luz y aire fresco en el recinto para evitar que hongos y humedad afecten las piezas y objetos patrimoniales que allí se acopiaban. Al año siguiente el nuevo informe anual recoge cartas similares, ya que la solicitud seguía sin respuesta satisfactoria. Finalmente al tercer año del reiterado ruego por una ventana, una nota a pie de página en el informe, informa que Guzmán Blanco decidió darle dinero de su propio peculio para abrir la ventana.En ese estado de precariedad nació el Museo Nacional, que 140 años después sigue siendo el único museo nacional dedicado a las ciencias y continúa rogando por recursos.El Museo de Ciencias, situado aho ra en el parque Los Caobos, es aquel Museo Nacional creado el 28 de octubre de 1875 con Ernst al frente hasta su muerte en 1899. El sabio inició las colecciones confinado en una estancia sin ventanas del ahora Palacio de las Academias, que alguna vez fue sede de la Universidad Central de Venezuela.Era una institución dedicada a las ciencias, la historia y el arte hasta que de allí derivó el Museo Bolivariano en 1911, al que asignaron las colecciones de historia, y el Museo de Bellas Artes en 1917, al que remitieron las obras que tenía el museo decano.Seguramente siguen allí en el Mu seo de Ciencias y ojalá que así sea muchas de las piezas que en aquellos tiempos acopió y documentó Ernst para sus colecciones, pero ahora son más de 150.000 elementos entre los que hay peces del Guaire, un molar de mamut, el pingüino de Maracaibo, la colección de minerales y rocas que colectó José María Vargas, dos jirafas y casi un centenar de otros animales africanos, momias humanas, un oso de Alaska, el fósil de un tigre dientes de sable de California, la caparazón fosilizada en Urumaco de la tortuga más grande del mundo Stpendemis geographicus, cestería y piezas de arte plumario de etnias indígenas y hasta la relatoría escrita a mano, con hermosa caligrafía del mismo Ernst, del retorno al país de los restos del Libertador a Venezuela, donde cuenta, entre otras cosas, cómo al cambiar de uniforme al cadáver, botones y charreteras del viejo...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR