Un visionario que muere

Usted sabe que yo he mandado veinte años, y de ellos no he sacado más que pocos resultados ciertos: 1.La América Latina es ingobernable para nosotros. 2.El que sirve una revolución ara en el mar. 3.La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. 4.Este país la Gran Colombia, caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles de todos los colores y razas. 5.Devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos no se dignarán conquistarnos. 6.Si fuera posible que una parte del mundo volviera al caos primitivo, este sería el último período de la América. La súbita reacción de la ideología exagerada va a llenarnos de cuantos males nos faltaban, o más bien los va a completar. Usted verá que todo el mundo va a entregarse al torrente de la demagogia y ¡desgraciados de los pueblos! y ¡desgraciados de los gobiernos! Simón Bolívar Bolívar presentía su muerte. En ese trance, dicen que algunos ven el pasado o el futuro. En Barranquilla, la fiebre lo hace delirar. Llegando a Caracas, un malandro le roba la carte ra. Se encuentra con un policía mal encarado. ÂEnano. ¡Tus papeles! ¡Respetad, soldado! Soy Simón Bolívar. ¡Ahhh...! Entonces, ¿tú eres Bolívar? Âcomenta con sarcasmo. ÂAsí es. Soy el Libertador. ÂSi tú eres el Libertador, yo soy Boves, y da gracias a Dios que estoy de buen humor y no te llevo preso por indocumentado. Bolívar camina aturdido por una ciudad que no reconoce. En la plaza Bolívar, su plaza, se topa con su imagen ecuestre y con representantes de los círculos bolivarianos. ¡Majunche! ¡Oligarca!... ¿Me habláis...

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