¿Nuevos tiempos para España?

Tal vez por los deseos de que algo semejante ocurra para salir del largo bostezo de la política europea, muchos analistas de diversos países se han apresurado a comparar las protestas juveniles de los indignados españoles con lo que en el año 1968 ocurría en París y otras capitales europeas. El mayo español, lo han llamado. Efectivamente, hay algunos rasgos externos Âlas acampadas en las grandes plazas, el carácter predominantemente juvenil de los manifestantes, la lógica no partidista de las protestas, la crítica radical a los sistemas políticos y financieros dominantes que podrían hacer pensar que estamos ante algo similar. Pero todo parece indicar que la comparación no tiene sustento. Ni en la magnitud del movimiento. Ni en sus contenidos y modos de lucha. No hay chicos en la calle lan zando adoquines a los policías o consignas del tipo: ¡Paren el mundo que me quiero bajar!. Tampoco universidades tomadas por estudiantes, pensadores del peso de Sartre arengando en la calle para impulsar la revolución mundial o un consejo permanente de gobierno que se sienta amenazado por la protesta. Las acampadas, además, al menos la de plaza Cataluña en Barcelona, a pesar de los esfuerzos de sus organizadores, han adquirido un cierto aire de festival de rock, de chicos de buen rollo, como le gusta decir a los españoles, pasándola bien. Lo que ha llevado a humoristas progres, como Buenafuente y Wyoming Âespecialistas en burlarse del militarismo de Hugo Chávez a hacer chistes sobre el número de porros que se consumen entre una y otra asamblea o sobre las marcas globalizadas de las carpas, mochilas y ropas de los manifestantes. Pero tampoco esta mirada resulta suficientemente comprensiva. Me temo que se equivocan también quienes creen que esta saga de protestas, inicialmente convocada a través de las redes sociales por un movimiento llamado Democracia-real-ya, sea sólo un sarampión juvenil sin mayores repercusiones. Porque no cuesta mucho suponer que estos escarceos están abriendo la puerta de entrada a la política no sólo de una nueva generación, sino de un nuevo modo de oficiarla. Un modo distinto tanto a la tradición bipartidista PP-PSOE, la que gobierna a...

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