11 de septiembre

El 11 de septiembre de 1973 es todavía una herida abierta para la mayoría de los chile nos y también para quienes aspiramos a que en América Latina predominen la democracia y la concordia. Por ello todos los años, ya han pasado 41, ese día se producen manifestaciones y disturbios. Incluso no se puede descartar que los chapuceros atentados terroristas de la semana pasada en Santiago y Viña del Mar estén vinculados a esa fecha.El golpe de Estado de las fuerzas armadas, encabezado por el comandante en jefe del ejército, General Augusto Pinochet Ugarte, fue, en un país pequeño, tanto o más brutal que los atentados ocurridos 28 años después en Nueva York y Washington. En estos últimos, se derribaron las torres gemelas, se provocaron innumerables muertes e incluso se atacó al Pentágono, centro del poder militar mundial. En el golpe de Chile se bombardeó y destruyó el palacio presidencial y se inició una política de asesinatos y torturas casi indiscriminados.La diferencia consiste en que en el país austral la barbaridad se prolongó en el tiempo. Duró 17 años. Dividió a las familias y humilló a todo ciudadano. Por eso la herida no se cura.El 11 de septiembre fue el desenlace de más de 20 años de deterioro económico y desconcierto político en la sociedad chilena. Durante ese período se probaron las más diversas formas de enfrentar el problema.Desde la presidencia de un militar populista, Carlos Ibáñez del Campo; pasando por un gerente conservador, Jorge Alessandri; por un reformista demócrata cristiano, Eduardo Frei Montalva; y un socialista democrático, Salvador Allende, hasta que gran parte de la población consintió que las fuerzas armadas, hasta entonces institucionalistas, impusieran un régimen de terrorismo de Estado, el cual, como suele suceder, derivó en un personalismo.El recuento histórico tiene una moraleja que nos atañe.Si el deterioro económico, so cial, moral y político que ha padecido Venezuela durante los últimos años no encuentra una solución civilizada y la polarización se lleva a sus extremos nos espera una época de arbitrariedad...

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