¿Adiós a las armas?

La pacificación de la so ciedad depende de la existencia de unas instituciones respetables, y de un poder capaz de imponerse sobre la violencia que generan los focos dispersos de anarquía que pueden convertirse en fuerza arrolladora. Solo la existencia de frenos eficaces, cuyo origen se encuentra en la fortaleza de la legalidad y en la respetabilidad de quienes la representan, puede lograr la liquidación de los factores que la rivalizan en el ejercicio de la fuerza para evitar el establecimiento de formas de dominio o de subsistencia cuyo ejercicio se orienta a la permanencia.En el pasado remoto, cuando se carecía de un sistema legal de contrapesos impuesto por la autoridad central, no quedaba más remedio que recurrir a los caminos del azar y, en especial, a los trabajos de la influencia personal.El caso más elocuente en este sentido se resume en las gestiones de Páez para contener los excesos de un conocido personaje, quien hacía lo que consideraba conveniente para mantener dominios regionales y para ejercer una hegemonía reñida con las normas de la naciente república. Nos referimos a José Dionisio Cisneros, un mestizo que había seguido las banderas realistas y, ya en 1831, se negaba a reconocer el nuevo establecimiento. Con mesnadas bien armadas y con centenares de seguidores, sembraba el terror en los Valles del Tuy sin que nada pudiera contenerlo. ¿Cómo hacer ante una situación tan irregular, tan escandalosa, cuando el Estado nacional daba sus primeros pasos en un teatro de incertidumbres? Solo la influencia personal pudo encontrar el camino del avenimiento. El Centauro capturó a un hijo de Cisneros y lo convirtió en parte de su familia, lo llevaba a la iglesia con la parentela y lo presentaba ante los allegados como su ahijado. La estrategia llegó al corazón del bandolero, quien aceptó una entrevista con el caudillo y acordó la entrega de sus armas a cambio de un conjunto de garantías entre las cuales estuvo el mando de tropas importantes. Colorín colorado: el personalismo logró lo que no podían hacer las instituciones de la sociedad en ciernes.Las tratativas de esta espe cie no fueron inusuales en el siglo XIX, pero entran en de cadencia cuando se fortalece la autoridad central hasta el punto de ejercer con eficacia mecanismos de opresión ante los...

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