Aproximación a la obra de Lamis Feldman

El catálogo producido por Trasnocho Arte Contacto TAC, titulado Retorno al fuego  Lamis Feldman, es una impresionante muestra de los esmaltes creados por la artista entre 1968 y 1989. Se dice pronto, pero es el trabajo de una larga etapa de la vida creadora de Lamis. El catálogo, del año 2006, desprende creatividad estética por todos lados, con el diseño gráfico de John Lange y de Guillermo Salas, así como con las fotografías de Reinaldo Armas . En este contexto, digno de su valor, de sus valiosas formas, textura, color, matices y creatividad a su vez exquisita, podemos contemplar parte importante de la obra en esmalte de Lamis Feldman, esas artes del fuego en las que se destacó tanto Lamis, antes de comenzar a investigar con otros materiales, llevada por su espíritu explorador, el cual la ha impulsado a experimentar con una amplia diversidad de modalidades de las artes plásticas, innovando en todas ellas. Lamis ha declarado numero sas veces que su obra evoca a la naturaleza. Ello, a primera vista, nos resulta sorprendente, puesto que sus obras son arte, artificio --en el mejor sentido del término--, tienden a lo abstracto. Configuran ese caleidoscopio esplendoroso de colores, texturas, formas y diseño que, en verdad, en un acercamiento inicial no asociamos con Natura. Alberto Asprino, en su ensayo La obra de Lamis Feldman, del mencionado catálogo, nos ayuda a comprender a qué se refiere la artista: Capta la naturaleza en todo su esplendor, la internaliza. Se acerca a ella en perfecta comunión ... De ello nos hablan Daturas 1978-1989 y su asombroso espectro cromático. El cobre de sus soportes pareciera ser cómplice del color, para desnudarse ya sin pudor o fusionarse y hacerse piel única e inseparable. 1Las palabras del autor, a su vez artista que trabaja distintos materiales, me trasladan a los tiempos de mi juventud, que coinciden con los de Lamis, cuando nos conocimos como estudiantes de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela, en la segunda mitad de la década del sesenta. Ella era una bella mujer --lo sigue siendo-de andar alado y tenue sonrisa, con un cierto parecido a Vanessa Redgrave, que se iba por las madrugadas en un carrito desvencijado que tenía a la playa, y ahí se sentaba frente al mar inmenso, sola y feliz dentro de su soledad. Yo le pregunté hace poco qué sentía en aquel entonces, enfrente del mar, y ella me contestó que fue la imperiosa necesidad de permearme de la exuberancia del trópico, de alejarme...

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