Bajo el hechizo del tatuaje del Presidente eterno

Me encargaron una compilación de tatuajes para hacer el cuerpo de un libro titulado Tattoo Magic. La magia del tatuaje. Ante el reto, tuve varias dificultades.La primera fue entrevistar a tatuadores y verme interpelada cuando me preguntaban si tenía tatuajes. Respondía que no y enseguida revelaban su sorpresa: ¿Haces este libro y no te has tatuado todavía?.Sí, asentía. Soy más de contemplación de tintas calcadas en otros cuerpos que no en el propio. Concibo los registros corporales en clave efímera y mi piel es extranjera de la tinta. El segundo desafío fue ampliar mis conocimientos sobre los estilos que identifican las tribus globales que conforma la gente tatuada. Una cosa es llevar en la piel la cara del perro o la novia, categoría realista, y otra muy distinta elegir el estilo asiático o el Old School, con trazos particulares en cada caso, pero que definen un símbolo. Esta descripción podría desplazarse para catalogar la firma de Hugo Chávez, convertida en tatuaje. El tercer obstáculo fue la pauta del editor que exigía una introducción brevísima porque afirmaba que los tatuajes entran por los ojos y no necesitan de la escritura.Cumplido el encargo, una de las conclusiones a las que llegué fue la conciencia que revelan la mayoría de los tatuadores cada vez que relatan el encuentro con el cliente. Cuando la gente llega al estudio no suele tener clara la elección: qué te tatúas, dónde, quién y cómo lo ejecuta, o cuánto cuesta tenerlo. Preguntas necesarias para decidir libremente qué, cómo, cuándo, cuánto y dónde llevar la sombra de tinta impresa en la piel.Reincido en el escenario de las tintas para reflexionar sobre las jornadas gratuitas que...

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