Los caminos turbios del agua

C uando el biólogo Carlos Peláez abre el grifo en la Urbanización Coracrevi de Las Minas de Baruta, el agua huele a piscina. Lo mismo le pasa a la inge niero Lorena Liendo Rey en Menca de Leoni, en Guarenas. Recibe agua marrón con intenso olor a cloro, que no ha impedido que el tanque del inodoro esté cubierto de una capa marrón.Tuve que comprar un filtro para la lavadora, porque ya no podíamos usarla sin manchar toda la ropa, cuenta Lilia Bastida de Caracas.Huele mucho a cloro. No la uso para cocinar, dice Adriana Virgüez Cruz, quien habita en Hacienda El Encantado en El Hatillo. Al ingeniero valenciano Germán Benedetti el exceso de cloro le ha dañado tres veces la tubería este año.No hace falta ser un experto para saber que cada día la calidad es peor. Lo menos conocido es que además llega con hipercloración, uno de los procedimientos químicos usados para la desinfección al añadir dióxido de cloro ClO2, hipoclorito de calcio o ácido cloroisocianúrico, que en cantidades controladas elimina los microorganismos dañinos y mejora el color, sabor y olor del líquido, pero que en exceso corroe las tuberías de metal que la transportan y es responsable de la frecuente rotura de tuberías que se observan en las calles de la ciudad, así como en casas y edificios.Como los sistemas no son herméticos, ni los de las hidrológicas ni los de las viviendas, se hiperclora con la intención de que quede un residuo que viaje por las tuberías y llegue incluso hasta los tanques o envases con los que se almacena el agua en las viviendas, para evitar que en las paredes nazcan microalgas, explica el ingeniero en procesos químicos y TSU en química Giuseppe Berardi, quien trabajó como coordinador del proyecto Caracterización de la calidad del agua del estado Carabobo en 2011. El cloro trabajaría como un vigilante ante el contacto del líquido con el aire, en el cual pululan bacterias.Poco respeto se ha mostrado por lo estipu lado en las Normas Sanitarias de Calidad de Agua Potable, publicadas en la Gaceta Oficial N° 36.395 del 13 de febrero de 1998, que estipulan que la cantidad de cloro residual en el agua debería rondar entre 0,3 y 1 miligramos por litro. En el caso de la salida de...

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