Domingo de Resurrección

No, no es una equivocación del calendario. Claro, no estamos en Semana Santa. Y no es, como lo evoca la liturgia católica, “la feliz conclusión del drama de la Pasión y la alegría inmensa que sigue al dolor”. Aunque la tentación de untarle esa frase al momento político que vive hoy el punto más al norte de la América del Sur es grande. Pero me entona ese título. El destello a buena noticia que ostenta.

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Hoy, 6 de diciembre del año 2015, la contraseña para un país llamado Venezuela es que todos sus ciudadanos en masa, en multitud, en bulto de millones, vayan a votar. La contraseña es la lucidez. La contraseña es arrojar el miedo al cesto de la basura porque hoy el miedo no nos sirve, no es útil, es un estorbo para el curso de la historia.

Bien lo sabemos. Ellos, el gobierno, los líderes de la alicaída revolución chavista, harán lo que mejor saben hacer. Moverán todos los tensores de la gigantesca maquinaria que han construido en 16 años. Vaciarán las arcas, incluyendo las indebidas, para movilizar a sus seguidores, y –sobre todo- a los que ya solo persiguen su propia decepción, a los desencantados, a los indignados, a los abúlicos. Les recordarán, con argumentos que oscilarán entre la arenga y la amenaza, su lealtad con el todopoderoso líder que, vaya ironía, sucumbió a la muerte como cualquier miembro de la especie humana, para terminar no siendo tan ser supremo. Pero para algo sirven los adjetivos. Un hombre galáctico, un hombre eterno, esa sigue siendo la insignia machacada hasta el hartazgo. Así funciona el voraz mercadeo de los mitos.

Y entonces tocarán la diana a una hora indecente. Aullarán sus consignas, su retórica olorosa a naftalina. Serán estridentes. Sacarán sus huestes, sus batallones. Recorrerán las calles expandiendo sus canciones de guerra. Urgirán a los tubos de escape de sus motos. Agitarán la marea seca del asfalto. Desfilarán con la intimidación como estribillo. Se vestirán de ultimátum.

Se propondrán lentos en el proceso de arranque. Algunas mesas de votación se harán tardas, calmosas. Buscarán confundir. Irritar tu paciencia. Urdirán estrategias hoscas. Asomarán la sombra de sus armas. Sacarán a pasear al lobo del miedo una vez más. Se convertirán en colmillo, en arenga hostil, en ladrido. Harán de sus medios de comunicación una verbena de triunfo prematuro. ¿Entiendes, no? Lo sabes, lo has vivido ya muchas veces. Pero esta vez tú marcaras la diferencia. Tú cumplirás la contraseña.

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Tú serás más ciudadano que...

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