Elecciones, un refrán y un bolero

Después de una semana de espanto, vértigo y brinco, signada por el asesinato a sangre fría de 7 hombres que debieron morir para que los tomasen en serio, el pronunciamiento de la Iglesia, que hizo a rabiar a Maduro y ordenarle al acuseta público que investigase a un obispo y a un arzobispo por «conspiradores», y el fiasco del apambichao merengue dominicano en el que la MUD perdió el paso y el gobierno ganó tiempo para perpetrar un golpe de Estado electoral, mediante una convocatoria no importa si precipitada, desesperada, improvisada o fríamente calculada y, en cualquier caso, ilegítima. Se trata de un fait ac compli que premoniza una esta fa plebiscitaria para perpetuar en la silla presidencial a quien jamás debió ocuparla y nos coloca a merced de un fraude en pleno desarrollo que justifica no ya la desobediencia, sino la insurgencia civil, a objeto de impedir su consumación. Uslar Pietri, hombre docto, de enciclopédico saber y culto hablar, llamó pendejos a quienes no se beneficiaban del festín que enfermó de muerte a la república democrática, ¿con qué epíteto, creen los invisibles amigos que nos leen, calificaría el autor de Las lanzas coloradas al rebaño de manganzones que, pastoreado por el garrote de Cabello y la campanilla de la Rodríguez, fraguó esta añagaza que agarra fuera de base al país y deja con ojos claros y sin vista a la oposición votocentrista? Dejemos a la creatividad de cada quien el hallazgo del adjetivo adecuado.Que cada ladrón juzga por su condición es cosa resabida. El refrán, que el Centro Virtual Cervantes, en su sección paremiológica, enuncia de forma ligeramente distinta «Piensa el ladrón que todos son de su condición», «denota la facilidad con que pensamos o sospechamos que otros son o actúan como nosotros, en especial cuando se trata de malas acciones o aptitudes», nos ayuda a entender el comportamiento del funcionariado gubernamental; comportamiento que, ineluctablemente, nos induce a pensar que la administración pública está en manos de un hatajo de lambucios lambrucios, registra el DRAE, aunque como sinónimo de golosos y no es tal la acepción que queremos y, además, esa «r» atravesada da grima que engancharon el vagón de su gorronería al tren de la golilla guiado por un maquinista que, cuando dijo pío, nos echó el vainón que padecemos: un vainón de marca mayor porque, intoxicados de igualación a juro, sus legatarios suponen que los demás pueden vivir, como vivieron ellos, durante su ociosa militancia...

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