El mago multicolor

Cada vez que se paraba frente al lienzo en blanco a esperar que le bajara la musa, Carlos Cruz-Diez respiraba profundo. "A mí me gustaba mucho pintar, pero cuando pensaba cuál iba a ser mi discurso, me parecía que ya todo estaba hecho. ¿Por qué todo el mundo tiene que pintar parecido? ¡Qué fastidio!" Retratos, bodegones, paisajes rurales. Probó con el impresionismo y con el cubismo; no encontró acomodo. "Cuando pinté a modo de denuncia obras sobre la pobreza, me las compraba la misma gente a la que yo acusaba del problema. Era absurdo". Ansioso de hallar un lenguaje propio, Cruz-Diez dio rienda suelta a su búsqueda. "En esa época ilustraba revistas culturales y empecé a conversar mucho con poetas y escritores. Me di cuenta de que sólo reflexionando sobre el arte era que iba a encontrar una rendijita para mí, algo que nadie hubiera intentado. Me tomó años de lecturas, experimentos y fracasos", explica. "Más que inspirarme, yo reflexiono. Cuando me 'inspiraba' no era eficaz". Así descubrió que el estudio del color era lo suyo. "Lo que me gusta es que es eterno y generoso, y sirve para crear un acontecimiento que espera ser descubierto. Al asociar ciertos colores, pueden aparecer otros que de entrada no están ahí. Es una manera de mostrar que lo que vemos no es exactamente la realidad y que mucho se nos escapa sin darnos cuenta". Consciente de que tenía algo novedoso entre manos, el artista recuerda el día que presentó su primera fisicromía en una exposición en Caracas en 1959. "Nadie entendió nada", recuerda cándido. "Pero no me desmoralicé. Supuse que por lo pronto tenía que buscar otra audiencia y que ya después lo entenderían". Asegura que el tiempo es el mejor amigo y el peor enemigo de un artista. "Por eso he seguido buscando formas de perfeccionar ese discurso y de hacerlo más preciso. Disfruto el color como una situación, haciéndose y deshaciéndose ante nuestros ojos en el tiempo y en el espacio". Aquí y allá. Desde que se mudó a París hace 52 años, trabaja en un taller que antes fue una carnicería. "Vine a sentir que encajaba aquí como dos años después de haber llegado, cuando pude hablar por teléfono en francés y por fin entendí todo lo que me decían", bromea. El año pasado recibió el grado de Oficial de la Legión de Honor de Francia, aunque apunta que ninguno de sus hijos tiene acento francés en su español. "Venezuela ha estado siempre muy presente. Hace cuatro años que no voy porque he tenido mucho trabajo y ahora que estoy más...

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